viernes

Exámenes


Echo de menos los exámenes por la misma razón por la que echo de menos las vacaciones de tres meses o los muñecajos de La Bola de Cristal: porque entonces era más joven y tenía muchas menos responsabilidades. Si me pillaban haciendo trampa en un parcial, me suspendían y punto: si ahora me cogen engañando a la Seguridad Social o a Hacienda me puede caer un paquete bastante más gordo. No hay nada como ser insolvente y menor de edad para escapar del largo brazo de la Ley: la juventud es la edad dorada del hombre por eso y sólo por eso, digan lo que digan los poetas.

De entre todos los exámenes que he tenido que superar, guardo un recuerdo especialmente grato del de Selectividad. Es estupendo que un tribunal decida por ti cuál va a ser tu futuro: siempre me ha costado mucho tomar determinaciones tan importantes. Nunca he tenido una vocación clara, y elegí mi carrera de entre las más fáciles a las que podía acceder con la nota que había sacado. Reconozco que aprobé copiando, empollando con apuntes prestados e hipnotizando con la mirada a las profesoras más sensibles a este tipo de magia. ¿Que no?

Dejé muy pronto de ponerme nervioso en los exámenes, por una cuestión de estética y porque la idea de suspender y en consecuencia alargar mi vida de estudiante no me parecía tan desagradable. De hecho, me las he apañado para seguir haciendo vida estudiantil después de terminar la carrera, lo cual me ha ayudado a mantener este lozano aspecto pero me ha impedido convertirme en un hombre de provecho con tarjeta Visa, familia e hipoteca. La vida bohemia es cómoda, pero poco lucrativa: si lo que quieren es ganar dinero, olvídense de las camisetas de rayas y las fiestas en coquetos áticos.

No entiendo la prisa de nuestros jóvenes por incorporarse al mercado laboral, que es el mercado más negro que conozco. (Tampoco entiendo este pánico a los exámenes: a mí me encanta que me examinen, sobre todo si lo hace una doctora vestida de conejita con un fonendoscopio con forma de corazón.) El poeta dijo, y creo que aquí acertaba, que con la prisa no se va a ninguna parte. Yo prefiero llegar el último a la madurez, a la vejez y sobre todo a la muerte, que según tengo entendido es un trance de lo más desagradable, mucho peor que un examen.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo tengo un disfraz de conejita y un fonendoscopio con forma de corazón, que me costó veinte euros en un mercadillo de segunda mano.
¿Se habrá inspirado Camilo en mí y en mis bártulos?

Anónimo dijo...

Me encanta tu manera de escribir, muy entretenido tu blog! Saludos

Anónimo dijo...

Tengo que discrepar del brillante creador de este blog, por una vez y en la confianza de no crear un precedente, porque un mogollón de discrepantes se me ha adelantado ya. Sólo estoy de acuerdo con D. Camilo si su comentario se refiere exclusivamente a las pruebas que se hacen de la idoneidad de una persona para el ejercicio y profesión de una facultad, oficio o ministerio, o para comprobar o demostrar el aprovechamiento en los estudios (tomado del diccionario de la R.A.E, porque ni mis hijos espirituales ni yo somos tan cultos).
Hay un tipo de examen que es enriquecedor y que no admite críticas negativas: el de conciencia. Recordar las palabras, obras y pensamientos con relación a las obligaciones que se tienen como católico, apostólico y romano -sobre todo como romano- llena la vida mucho más que las otras partes de una buena confesión, suele excitar e invita a repetir los más agradables pensares, actuaciones y dimes y diretes. Porque el dolor de corazón y el propósito de enmienda son actos hipócritas donde los haya, decir los pecados al confesor es facilitarle gratis información confidencial y cumplir la penitencia es un claro síntoma de masoquismo.
Por cierto, he coincidido en el más allá con Papuchi. ¡Qué señor más simpático! Todavía está pendiente de sentencia firme, pero parece que no se quedará conmigo en el infierno.

Andrea dijo...

coincido que no hay como la juventud y el ocio, pero cuando no tenes una moneda para solventar esa juventud, de repende no podes ni ir a tomar algo con tus amigos, ahi es cuando te entra el bichito del mercado laboral...
odio trabajar, odio no tener plata... que encruciajada

Don Peperomio dijo...

Justo enfrente de mi casa hay un bloque idéntico a la ilustración de tu post.

Anónimo dijo...

A mi me flipan los prototipos. Mirad ESTA MARAVILLA.

Anónimo dijo...

A mi me flipan los prototipos. Mirad ESTA MARAVILLA.

U.B dijo...

La poca gracia de estudiar es que si tus padres no son unos pijos redomados, tienes menos pasta que una rata. A mí lo que de verdad me hubiera gustado es que me hubieran explotado tipo niña prodigio, como Marisol o Joselito, pero en versión más repelente, dando recitales, al estilo niña predicadora. Y tal.