domingo

Hospitales


Circulan por ahí mil falsos rumores sobre los hospitales y yo voy a tratar de acabar con ellos. Por ejemplo, en los hospitales no se come ni mucho menos mal: lo que falla es el entorno y la decoración. Con un orinal en la mesilla de noche es imposible que a uno le siente bien el pescado a la plancha. Gracias a los orinales, los esputos sanguinolentos del tipo de la cama de al lado y los sordos lamentos de los moribundos, los centros hospitalarios convencionales también funcionan de maravilla como clínicas de adelgazamiento. Se supone, y éste es el segundo mito que voy a desmontar, que los hospitales son los sitios más asépticos del mundo, pero en su interior se puede uno tropezar con cientos de enfermos contagiosos que viven en preocupante régimen de semilibertad: lo justo sería decir que el hospital es el lugar más apropiado para contraer una infección después de la cárcel y los burdeles de Bangkok. La gente que frecuenta los hospitales es tan poco sana como la habitual de cualquiera de los after hours que jalonan el hermoso levante de nuestra península: en el hospital la gente no se afeita la cabeza por moda ni por cuestiones políticas, sino por culpa de los parásitos capilares y la molesta leucemia.

A los hospitales se les llama centros médicos, pero es tremendamente difícil ver a un médico en un hospital: la gestión de estos benéficos establecimientos queda de facto en manos de los ATS y los enfermos crónicos más veteranos. El doctor se deja caer por allí de vez en cuando, como un señor feudal que visita los establos para ver qué tal va todo: se le reconoce por la burlona sonrisa, la confiada forma de andar y el estetoscopio que lleva al cuello, no por la bata blanca. En el hospital todo hijo de vecino luce una de estas prendas, aunque yo opino que el blanco no es el mejor color para la ropa de faena de los profesionales de la salud ni para los carniceros y los policías porque no disimula bien las manchas de sangre. El uso de la bata no está regulado por ley como el de los uniformes castrenses y en consecuencia cualquiera se puede calzar una para pasearse por su santa casa o por el campo si le place, pero en los hospitales impera una ley casi militar que impone una rígida jerarquía que desciende peldaño a peldaño desde el ministro hasta el que pasa el mocho en los servicios. No obstante, ningún ministro de Sanidad empezó su carrera fregando retretes: en medicina las categorías son estancas y las posibilidades de ascenso o promoción, nulas.

Por supuesto, hablo de los hospitales públicos: nunca he estado en un uno de pago. Seguro que en éstos te tratan mejor: no es lo mismo ser un enfermo que ser un cliente. Además, hay que tener en cuenta que a la clínica particular le interesa que uno vuelva y a Sanidad que las listas de espera se reduzcan sea como sea. Me consta que en los hospitales privados cada enfermo tiene su propia habitación, mientras que en los públicos uno es uno y la penosa circunstancia de todos sus compañeros de cuarto, circunstancia que cristaliza en forma de constantes visitas de familiares que miran de reojo las bolsas de drenaje y cuentan en voz baja los telediarios que le quedan a cada enfermo. La habitación de un hospital público es un buen lugar para conocer gente. Es como el camarote de los hermanos Marx, pero los Marx no estaban sondados.

22 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo nunca estuve es un hospital. Bueno, no pasé de urgencias. Eso sí, se podría decir que una cuarta parte de mi vida no salió de esa sala (no por voluntad propia, claro, ni siquiera por enfermedad, sino por la incuestionable eficacia del sistema).

Dicho esto, un punto positivo, don Camilo.

Virginia dijo...

REGULACIÓN DEL USO DE LAS BATAS YA!!!

Ya está bien, hombre. Que se hace una ley pa cualquier cosa, ¿qué pasa con las batas? Lo que cuento es cierto y lamentable. Mi ex se pavoneaba con su batita blanca haciendo reconocimientos médicos a las cajeras un conocido gran almacén. Hay que ser patético. Dando bandazos por los pasillos del super con la bata y el fonendo, fuera de contexto. A lo que iba, las vestimentas... Quisiera informarle que, como imaginará, los uniformes de los hospitales públicos difieren mucho de los uniformes de los hospitales privados. Llama especialmente la atención el caso de las enfermeras. En el Hospital Gálvez, -privado-, se puede ver a estas criaturas vestidas como si tuviesen que atender a un herido de la segunda guerra mundial o protagonizar un sketch de Benny Hill: medias blancas, cofias, delantalitos… Qué monas. No sé si alguien ha estudiado con el rigor que merece esta cuestión: ¿el hecho de ser atendido por estas chiquitas favorece la pronta recuperación de los pacientes? Yo apuesto que sí.

Vir

Kaleidoscope Girl dijo...

A mí la uvi me pareció un hotel de cuatro estrellas, qué majos eran todos conmigo. Cuando me bajaron a planta, descendí al averno, aquello era como un motel de carretera y hasta dos viejas enfermeras - qué risueñas y lozanas eran las de arriba- se rieron de mí porque no recordaba en qué trabajaban mis padres ni sus nombres completos.

Fíjate tú qué gracia.





Zorras.

Gavanido dijo...

Yo mantengo que no hay nada como un buen catéter. Soy adicto a ellos. Eso sí, no es lo mismo que te den uno al estilo más limosnero, apurándolo a toda prisa, que comprar uno de calidad y disfrutarlo lentamente. En este punto, la sanidad privada ofrece mayor y mejor surtido. Cuétara también ofrece un excelente surtido.

Reciba un cordial sondado.

Virrey Mendoza dijo...

Cuando era un enfant, yo me quedé paralítico durante una semana y fui la mascota del hospi, tía.
En serio, los médicos se despollaban conmigo y me daban placebo.
Está loco, está loco!
Verídico.

Miriam (flxt) dijo...

Los médicos...tanta carrera y tanta hostia y luego no saben ni escribir.

Chica fina opina dijo...

Yo he estado en hospitales concertados,aquellos a donde te envía la sanidad pública cuando ya no sabe donde meterte y podría pensarse que como es otro el que paga, todo es jauja, pero no, deben ir a precio fijo y te dosifican hasta las aspirinas

Anónimo dijo...

el hospital es el lugar más apropiado para contraer una infección después de la cárcel y los burdeles de Bangkok

Jajajajajajajajajajajaja

Debe ser estresante trabajar en un hospital, aguantar a tantos hipocondríacos...

Hablando de burdeles de Bangkok, Don Camilo si decide irse de putas a Saigón avise jejejeje

Francisco José Najarro Lanchazo dijo...

Los orinales son la única certeza de vida dentro de un hospital, olor inconfundible.

Anónimo dijo...

Las mansiones del dolor, así las bautizé en mi deambular por aquellas instalaciones que apestaban a antesala de ya saben uds. qué.
Pero cuando logras salir os juro que es la mejor sensación que se puede experimentar equiparable tan sólo al día que terminas el servicio militar o al picar "Incidencia 15" con tu tarjeta cuando te vas de vacas en el curro... o a la mejor borrachera que recuerden.
Tan sólo por lo bién que te sientes cuando los abandonas creo que todo el mundo debería pasar por ellos al menos un par de días, fingan, fingan para ingresar y probarán los auténticos desayunos hospitalarios servidos por el mejor batería de rock&roll parido por esta ciudad costera... "el Ferreño"... y es que había cosas que alegraban las mañanas.
Recuerdo cuanto aprendí, frente a mí había un suizo atropellado por un coche que pelaba las peras de forma aséptica e inverosimil nunca olvidaré y a mi izquierta tras el gitano vino otro clásico: el Sr. inglés que estuvo en la II G.M. y aparte de estar sordo perdido -pues tb era músico- me contó una vivencia espeluznante del campo de batalla en la que vió una divinidad aparecérsele tras la muerte de un compañero que cayó en combate justo a su lado... tb pudo ser mi necesidad de creer en algo que magnificase aquella vivencia del anciano que era muy, muy feliz con una sonda que le llegaba hasta el estomago y le salia por la nariz, depositando en una bolsa un líquido de color inapropiado para abrir el apetito como cuenta D.Camilo...
Tras la semana y pico en el hotel, ud. D.Camilo, me sorpendió para mi cumpleaños con una magnífica tarta del R.Madrid que aún sigo sin entender pero que jamas olvidaré.

Anónimo dijo...

Bueno, no iba a decir nada acerca de los hospitales pero voy a decir algo acerca de los hospitales para que NADIE diga que no digo nada acerca de los hospitales.

Estoy en desacuerdo con el texto porque, Camilo, ¿de verdad piensas eso de los hospitales? Tu concepción de la vida me da hasta pena. Los hospitales son lo mejor que nos ha dado la vida y lo digo de verdad.

Vamos, que además me parece penoso todo esto.

Anónimo dijo...

Creo que estoy en completo desacuerdo contigo. En primer lugar, el ser humano mantiene desde siempre esa necesidad constante de expresarse, hay muchas formas de hacerlo, y en eso consisten los hospitales; es una forma de atrapar una emoción determinada y transmitirla para hacer participe al resto de la gente: ya sea a través de un cáncer, un orinal, una bulimia e incluso, por qué no, un polvete en la sala de enfermeras.

Además gracias a todo esto uno puede escapar, de alguna manera, de la realidad, tan abrupta, aburrida... Sólo decirte que sin los hospitales muchas personas no entenderíamos por qué la vida es algo más que un paseo sin sentido.
Ahora, que tú no los necesites... ya es otro cantar.

Miriam (flxt) dijo...

Camilo sólo necesita los hospitales para ligarse a las enfermeras buenorras(que yo no las he visto pero haberlas, haylas. O al menos eso es lo que sale por la tele, y si sale es que existe)

Anónimo dijo...

Usuario anónimo, no dices nada acerca de los hospitales.

Camilo, quiero una tarta de esas.

la cubana dijo...

buffff...he empezado a leer...bien, pero si lo haces por entregas mejor... demasiado largo...par mí gusto y sin ánimo de ofender ni de provocar una rección en cadena en el cosmoblog y promover el microrelato...
otro día, con más calma, me lo leo entero...y para no correr el peligro de la paradoja y también hacerme eterno, déjolo aquí y voyme...

anilibis dijo...

Pero Camilo, cuando te ingresan por coma etílico es normal que lo veas todo un poco mal.

Yo, desafortunadamente, he pateado varios hospitales y no por mí precisamente. Si una cosa buena tienen es que son tan horrorosos que te dan ganas de mantenerte saludable aunque sólo sea para evitarlos.

Y aún así...

La última vez fue hace poco, con un pedazo de contractura en la espalda. El médico me miró, me metió una inyección de válium y me dijo que no moviera el cuello durante 3 semanas.

Todavía me dura el colocón.

Anónimo dijo...

Dónde vives Anilibis?


Chica colocada = chica fácil.


(Teoría extraida del libro
"Formas y maneras del buen Duque" escrito entre 1990 y 1997)

anilibis dijo...

Mr. Howsoon:

Te recuerdo que no puedo mover el cuello.

Anónimo dijo...

Oh! El cuello, oh!
Tan sensible parte del cuerpo puede permanecer inmóvil pues le aseguro no afectará al desarrollo de mi trabajo.
Le recuerdo que yo soy de manual.

Anónimo dijo...

De acuersdo en que un hospital es un nido de contagios pero, dentro de él, la UVI se lleva la palma. Las habitaciones normales las limpian y desinfectan de vez en cuando, orinales incluidos. Pero en la UVI, según dan el alta o la baja a alguno, llega otro inmediatamente, asimila las miasmas del anterior y las suma a las suyas, transmitiendo el conjunto al siguiente en una cadena sin fin. Eso sí, en las UVIs no hay orinales porque todo dios entra y sale sondado.

Anónimo dijo...

Oh! los Hospitales, oh! A mi cruel memoria vienen recuerdos de cuando me daban palizas en el patio de mi colegio de pago.
En Bélgica los hospitales olían a praderas recien abonadas de forma fortuita...

Anónimo dijo...

A mi me flipan los prototipos. Mirad ESTA MARAVILLA.