jueves

Certezas


Soy infalible, como Dios, que no inflable, como los globos, y por esa sólida e incontestable razón me puedo permitir el lujo de tener absolutas certezas sobre temas acerca de los cuales los demás no albergan sino hondas dudas que en los más de los casos los atormentan y no les dejan quedarse dormidos hasta bien entrada la madrugada, con el consiguiente e inmediatamente posterior menoscabo en su rendimiento laboral matutino. Puedo predecir, por poner un ejemplo, y con una exactitud que si no me lo impidiera la modestia no dudaría en calificar como asombrosa, todo lo que va a suceder a cinco minutos vista en cualquier película española o americana de cierto presupuesto aunque la esté disfrutando por primera vez: eso me ha llevado a ganar algunas nada despreciables sumas de dinero apostando con mi compañero de butaca y también ha hecho que el impaciente acomodador, a instancias de la parte más quisquillosa del resto del público, me eche con cajas destempladas de dos o tres salas de cine de cuyo nombre no quiero acordarme.

Es duro saberlo todo, ya que termina uno viéndose obligado a cargar con una no sé si merecida fama de repelente y granjeándose las antipatías de muchos hombres honestos con los que quisiera llevarse bien y salir a tomar copas en condiciones de igualdad y jugar a los acertijos con la emoción que le da a la cosa el no estar seguro de quién demonios va a salir victorioso en la partida. La gente es demasiado democrática y amante de la muy manida libertad, de la casi siempre pegajosa fraternidad y en especial de la horriblemente injusta igualdad, y por eso tiende a evitar a los que la superan de manera evidente en estatura y conocimiento del medio y a menospreciar o incluso humillar a quienes por razones genéticas o por culpa del cada día más deteriorado sistema educativo quedan por debajo de ella y la avergüenzan con sus comentarios no pertinentes y sus absurdas salidas de tono en reuniones de trabajo e informales saraos nocturnos: cuando los desempleados y entrados en años veteranos del barrio nos decían con aire paternal en los concurridos futbolines de media mañana eso de que en la mili no hay que ser ni el más listo ni el más tonto trataban de ilustrar precisamente el fenómeno que acabo de exponer, aunque juzgo muy improbable que fueran conscientes de que lo hacían y temo que se limitaran a repetir una resultona frase tópica que con toda seguridad habían aprendido durante su larga y forzosa estancia en el cuartel para cumplir con el mencionado y un millón de veces por ellos referido y exagerado servicio militar.

Aquellos de ustedes que no hayan sufrido en sus carnes los rigores de la LOGSE y dominen por lo tanto las oraciones interrogativas se estarán preguntando cómo es posible que si siempre acierto y nunca me equivoco me halle aquí dirigiéndoles la palabra a cambio de una retribución que un pobre de solemnidad tacharía de mísera y un ciudadano de clase media definiría como simbólica en vez de aprovechar el universo de posibilidades que me abre mi don y correr a cobrar el dineral que he ganado con las quinielas y comprar con él enormes yates en cuya semidesnuda cubierta retozar durante interminables horas cual tierno infante o gorrino asilvestrado y jugar con los verdes billetes que la Casa de la Moneda imprime para mí a modo de homenaje y en edición personalizada. La respuesta es tan sencilla como una canción de los Cuarenta Principales, pero a pesar de ello o tal vez precisamente por serlo da una muestra más de hasta dónde llegan cuando la ocasión lo requiere mi elefantiásica grandeza y mi cuasi omnímodo poder: de entre todas las perlas de sabiduría que atesoro en el disco duro de mi cabeza la que prefiero y contemplo con más asiduidad es la que me permite saber qué preguntas son las que no debo hacerme jamás para seguir manteniendo mi fabuloso récord y no perder mi condición de adivinador infalible, y les adelanto que las relacionadas con rifas y sorteos de otro tipo, predicciones bursátiles y deshojamientos amorosos de margarita ocupan un destacado lugar en el abultado y jamás menguante montón en que éstas se agolpan de la manera más promiscua y desordenada que uno pueda alcanzar a imaginarse y que ya ha llenado mi habitación y amenaza con crecer y crecer hasta ocupar por completo mi casa y el mundo y el tiempo y arruinar el hermoso paisaje que le sirve de marco a mi envidiable y por tantos comentaristas tachada de excesivamente frívola y disipada vida.

243 comentarios:

«El más antiguo   ‹Más antiguo   201 – 243 de 243
Anónimo dijo...

¿Cómo podría adjetivar el hiperrealismo...? YA SÉ: hiperrealismo frío.

Anónimo dijo...

clac clac clac

Anónimo dijo...

A ARCO ME LO PASO YO POR LOS COJONES

Anónimo dijo...

Probetones

Anónimo dijo...

¡JA!

Anónimo dijo...

¿Van Gogh?









ME LO PASO YO POR LOS COJONES

Anónimo dijo...

¡QUE SE PIREN LOS PINTORZUELOS DE MEDIO PELO!








¡JA!

Anónimo dijo...

A MI, DE VAN GOGH, EL CUADRO DE LA SILLA Y ESE OTRO QUE ES DE NOCHE








PROBETONES









¿HABÉIS VISTO A IMPERIOSO?

Anónimo dijo...

Querida/estimada/adorada presidenta (de carnosos labios e ingrávidos senos):

A veces hay que decir las cosas claras, aunque sólo sea por recuperar el espíritu del arte de nuestros antepasados, aquél de los tiempos en los que pintar -como usted tan sagaz, acertada, y deliciosamente señala- "servía para algo más que vender".

Porque está claro que el arte, ahora, vive única y exclusivamente del negocio, de hacer multimillonario al artista y de prostituir la belleza.

Gracias por salvarnos a todas con sus juiciosas reflexiones.

Anónimo dijo...

FE DE ERRATAS: donde dije "juiciosas reflexiones" quería decir "exquisitamente juiciosas reflexiones".

Anónimo dijo...

Y recuérdelo presidenta: tensión, tensión.

E histérica moderación de comentarios.

irene dijo...

Yo también soy adivina, cuando estoy muy, muy segura de una cosa,la digo.
No sé si tendré tiempo de bajar para ver si se publicó mi comentario. Intuyo o adivino que voy a tardar mucho, mi potátil está hecho una "m", no tengo ratón y mi flechita va muy despacio y el cuadradito que hay debajo con rayitas no me funciona.
Adivino mi futuro: tengo que cambiar el ordenata.
Saludos.

cuadernogaviero dijo...

http://cuadernogaviero.blogspot.com/
Bienvenido al Cuaderno Gaviero.

irene dijo...

Hice un comentario esta mañana y se me ha perdido, no sé por dónde andará. lo mismo es que hay un cupo y ya no caben más. Abrazos.

irene dijo...

¡Anda, leche!, es que hay dos hojas, lo acabo de encontrar.

Anónimo dijo...

Señorita Irene:

En otro momento más propicio, quisiera sincerarme con usted y hacerla partícipe de la verdadera naturaleza de mis sentimientos.

Yo, por supuesto, correré con la factura del motel y con todos los gastos. Sólo le rogaría que trajera a la cita una pala y un saco terrero, dos objetos que seguramente tendrá en casa y que sospecho que van a sernos muy útiles a lo largo de la velada.

Anónimo dijo...

"Soberbias interpretaciones de Jack Nicholson como la inquietante Presidenta Lucinda y Leonardo Di Caprio en el papel del surrealista Galoy. Me ha gustado mucho. Puntuación: ***** (sobre 5)." (Hans Broderick: USA Today)
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"Una inteligente reflexión sobre el fenómeno del trolleo por internet. Puntuación: *** (sobre 4)." (Roger Ebert: Chicago Sun-Times)
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"Violenta y ridícula. Mola mazo." (David Wiegand: San Francisco Chronicle)
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"Un duelo interpretativo feroz. Cuando Galoy le insinúa a La Presidenta que el motor de sus desgracias es la envidia y ésta estalla en una carcajada casi lloro de emoción." (Stephen Hunter: Washington Post)
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"Cojonuti." (Variety)
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"Todos esperábamos que Nicholson enseñara las tetas. (...) Menos mal que al final la aparentemente banal historia se acaba convirtiendo en una leyenda épica sobre la (falsa) redención del troll. Puntuación: ***** (sobre 5)." (Amanda Samper: Diario ABC)

Anónimo dijo...

Lugubriedad

Anónimo dijo...

Lo mejor es la LUGUBRIEDAD









victoriana, se entiende

Anónimo dijo...

Pequeñas aventuras a la parisina

Anónimo dijo...

Frou-Frou

Anónimo dijo...

Nacido en Segovia en 1970, Camilo de Ory supo desde bien pequeño que su sitio era la corte. El mejor título al que podía aspirar era a ser una de las favoritas de la reina, y a ser posible, también del rey, cosa que ocurrió en 1987, colocándose ocasionalmente del brazo de Jan Carlos I. Aunque se sabía que pertenecía a una familia noble, se rumoreaba que su padre había sido en realidad un lascivo albañil, terror de los mamás que iban a recoger a sus retorños al colegio que había junto a la obra.

Aprendió a llevar una correcta vida de cortesano; coqueto, su risa era famosa en todo Madrid porque sonaba como los cascabeles de los caballos de tiro. Su pasatiempo predilecto era pasar largo rato en los jardines de palacio, y de ahí viene la leyenda de porqué se le empezó a llamar Capulho aux Papillons.

Un atardecer de junio, sentado junto a un macizo de rosas, acariciando a Frou-Frou, empezaron, sin más, a posársele en las ropas, cabellos y mano, delicadas mariposas macaón. Allí se quedaban, plegando y desplegando las alas, como si hubieran encontrado a la flor perfecta para quedarse reposando al sol. Desde ese momento, las mariposas lo siguieron por donde quiera que iba, como si formaran parte de algún elegante velo azul y amarillo limón que mimetizaba sus movimientos.

Aunque en las fiestas de gala tenía que apartar algunas con un gesto de abanico, siempre volvían. Lo protegieron en su boda en 1991, y lo bendijeron con su presencia en el nacimiento de su primera hija, Camille. Incluso siguieron al carruaje en el que iba el día de su huída de Madrid hacia Alpedrete.

En 2002, estando con resaca, reflexionó, lamentándose que las mariposas se habían marchado, ingratas, una semana antes. Pero justo antes de cerrar los ojos, vio que una pequeña, realmente pequeña, del tamaño de un bombón, con ojos como puntas de diamante, plegaba y desplegaba sus alas junto a una ventana abierta.

Y otro día os contaré la gran historia de Frou-Frou, su cursi bichón francés.

Anónimo dijo...

Rubén: si comes galletas ahora, luego no cenas.

Anónimo dijo...

Deja ya las galletas, por Dios

Anónimo dijo...

Vale









Una más









Pero si te preguntan, di que es un biscote

Anónimo dijo...

Biscotes









Deliciosos y superficiales biscotes

Anónimo dijo...

Probetones









Ni mierda en las tripas, tenéis

Anónimo dijo...

¡Ja!

Anónimo dijo...

¡JA!

Anónimo dijo...

Mariposas Macaón









Las mejores mariposas

Anónimo dijo...

El Círculo de Lectores llama a su puerta. (Amplia sonrisa).

Anónimo dijo...

Uahhhhhhhhhhhhhhhhhhh

Anónimo dijo...

¿conoce los episodios nacionales?

Anónimo dijo...

No, pero estoy muy interesado. Pase.

Anónimo dijo...

Como se ha puesto de moda felar a Camilo de Ory, me uno a la moción aunque sin mucho entusiasmo. El continuo bombardeo al que nos hemos visto sometidos con su imagen de Príncipe de Beckelaer en estos últimos meses ha sido insufrible. De pronto De Ory y la ignominiosa Lucía Etxeberría se han convertido en dos pequeños Midas a la española medrando en el Parnaso como perros ansiosos de un buen hueso. Un coñazo, vamos.

La cosa no ha estado mal. Por lo que he visto, la proporción justa de vello púbico (un momento, ¿esperábais que hablara de literatura?), deliciosas proporciones áureas y también, alguna que otra arteria henchida de sangre y pasión dando la nota. Ese gigantesco pene iba a reventar. Nicky Kidman, Jessica Alba o Cate Blanchett se habrían quedado preñadas. Anne Hathaway con la piel más blanca que el mármol. Vanessa Paradis pasmada, como sacada por la poli de alguna fiesta de Nochevieja de 1995. Un pene irresistible, bloqueando esa parte boho de sí mismo con un tamaño normal. El divino pene(¡cómo lo deseo, dita sea!), con su glande esplendoroso en un rojísimo Escada, con sus vellos castaños a lo Rita Hayworth, pero rizados. Y también las ausencias. Algunas, sin más remedio, como la del preservativo. Otras, por descuido, como la del certificado de vacunación. Tampoco apareció por allí ningún dermatólogo, seguramente recuperándose de esfuerzos pasados.

Recuerdo que el año pasado viví la cita con mucho más entusiasmo, no sé porqué. Me entró como un espíritu de los años treinta, un fantasma a lo Jean Harlow, y deseé estar en ese lugar en ese momento, unos segundos, aunque fuera en ese hermético paraíso de formas perfectas, pero esta edición me ha pillado hasta arriba de proyectos, descuadrada de fechas, poco asidua al sexo y soberanamente aburrida de tanta artificialidad.

Lo que sí he oído de sobra ya ha sido el discurso seductor de Camilo, tan alabado por algunas, cuando a mí me sonó a más de lo mismo: los europeos y nuestro irrefrenable priapismo de carácter familiar.

En fin.

Anónimo dijo...

La gallina. Primero fue la gallina.
Me rindo a tu belleza, Camilo.
Y me quedo a vivir.

humo dijo...

A ver si logras de una vez el record Guiness de comentarios y escribes otra cosa.
Hombre, ya.

Anónimo dijo...

Señorita Humo:

En otro momento más propicio, quisiera sincerarme con usted y hacerla partícipe de la verdadera naturaleza de mis sentimientos.

Yo, por supuesto, correré con la factura del motel y con todos los gastos. Sólo le rogaría que trajera a la cita una pala y un saco terrero, dos objetos que seguramente tendrá en casa y que sospecho que van a sernos muy útiles a lo largo de la velada.

Anónimo dijo...

A mi me flipan los prototipos. Mirad ESTA MARAVILLA.

Anónimo dijo...

A mi me flipan los prototipos. Mirad ESTA MARAVILLA.

Anónimo dijo...

A mi me flipan los prototipos. Mirad ESTA MARAVILLA.

Anónimo dijo...

A mi me flipan los prototipos. Mirad ESTA MARAVILLA.

Anónimo dijo...

Qué oraciones tan largas.

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