miércoles

Películas


Soy consciente de que tengo planta de galán de cine, por lo menos de galán español de posguerra, pero del mismo modo lo soy de que las dotes histriónicas no acompañan a mi inmejorable imagen y a mi turbador físico: Dios no me ha llamado por los caminos de la interpretación y me ha negado cruelmente la posibilidad de ser admirado y casi venerado por niños y mayores y deseado por un número de mujeres aún más alto del de las que hoy beben los vientos por mí como si éstos en lugar de ser fenómenos meteorológicos fueran botellines de agua mineral. Por culpa de mis es cierto que pocas pero también es cierto que evidentes limitaciones me he visto obligado a permanecer a este lado de la gran pantalla hasta el momento de escribir el texto que ahora tienen ante sus ojos y tan gozosamente degustan o paladean, lo cual me ha privado de ganar dinero fácil y de alcanzar la fama por la vía rápida pero me ha permitido aprovechar la oscuridad de las salas de proyección para cometer actos impuros en solitario y en pareja y para perpetrar pequeños robos que me han provisto del capital necesario para afrontar con desahogo los gastos diarios que por fuerza abruman a todo hombre sofisticado.

El haber participado como espectador y no como actor en el solemne ritual de exhibición de una gran cantidad de películas me ha dado además la oportunidad de formarme un criterio objetivo acerca de lo que es el Séptimo Arte y del sentido metafísico que tiene todo lo que le rodea: por eso puedo decir con la boca tan grande como ustedes quieran imaginarla que detesto el cine y que me gusta pero que muchísimo más ver las películas en casa y por la televisión. En casa nadie come ruidosas patatas fritas mientras yo trato de descifrar los susurros de los personajes secundarios de la confusa trama del moderno clásico con que me regalan los sentidos los frívolos responsables de la programación de la temporada ni se zampa bolsas familiares de palomitas de maíz o habla por el teléfono móvil a grito pelado para que su lejano interlocutor le oiga por encima del potente sistema de sonido del local y nadie me echa la bronca si soy yo el que sufre un súbito ataque de gula o de gusa justo en el momento en que el anciano moribundo le dice con voz trémula al protagonista herido de bala en el hombro dónde está el tesoro y se decide a calmarlo engullendo un cuarto de kilo de golosinas variadas y envueltas en papel de celofán o el que recibe una llamada urgente en pleno desenlace de la más dramática de las historias de suspense y no tiene ganas de levantarse para atenderla en el descansillo.

El videoclub es uno de los pocos clubes donde aún me admiten como socio, lo cual me ha hecho plantearme en más de una ocasión si es conveniente que siga perteneciendo al mismo o si por el contrario debo ofenderme y romper en mil pedazos el carné plastificado que me da derecho a llevarme una o varias películas a casa durante unos días a cambio de lo que pueden ser unas monedas o unos billetes dependiendo de lo que tarde en recordar que tengo que devolverlas, pero en cualquier caso me parece cien veces más seductora la idea de frecuentar estos honrados establecimientos que la de hacer lo propio con los llamados cineclubes, funestos lugares que suelen estar llenos hasta la bandera de sujetos con gafas de pasta que por alguna razón siempre me miran por encima del hombro y arrugan la nariz cuando paso a su lado como un hortelano que hubiera visto a un topo que pretende comerse sus cebollas. No me encuentro cómodo entre los estirados devotos del cine de autor ni me llaman la atención las películas de arte y ensayo en versión original: prefiero codearme con la luminosa vecina del cuarto y el desprejuiciado encargado de la ferretería mientras elijo tranquilamente el DVD que voy a disfrutar en la silenciosa soledad de mi salón y me atraen mucho más las cintas cuyos director y actores han ensayado lo suficiente antes de ponerse respectivamente detrás y delante de la cámara y dar inicio al tortuoso rodaje de una densa e inmarcesible obra de arte. He dicho.

165 comentarios:

Anónimo dijo...

La verdad, no le encuentro la gracia a este artículo. Si lo que Camilo quería dar a entender es que no le gusta el cine, pues podía haberlo dicho directamente, y si quería dar a entender que sí le gusta, pues también, y dejarse de dar rodeos y de inventarse palabras como "solemne" y "hortelano", que él sabrá lo que significan, si es que significan algo.

Es mi opinión, y tengo derecho a expresarla.

Anónimo dijo...

Yo estoy deseando ver una película que creo recordar se llama "Last bus" o algo parecido. Me han dicho que es de una sutileza sin igual...

Ah! También me han dicho que hay una escena en la que un señor se hace una autofelación.

Humbie, mueve hilos.. Quiero verla.. ya!

Anónimo dijo...

¡La Virgen! Qué dislate.

Anónimo dijo...

Con menos entusiasmo, en un tono neutro que me ayude a ocultar la salvaje naturaleza de mis sentimientos:

La Virgen. Qué dislate.

Anónimo dijo...

Acabo de ver la escena de amor más hermosa jamás filmada: un preso introduce una pajita por una abertura a través de la pared que separa su celda de la de su amado. Fuma y el humo atraviesa ambas celdas, directamente a la boca de su amante prisionero. El corto de Jean Genet "Un chant d'amour".
También hay cine para ver en soledad.

Anónimo dijo...

Bah... Franceses.

Anónimo dijo...

Mi pequeña Lolita:

Después de prohibirte que vayas a clases de teatro por miedo a la intimidad del escenario y que juegues al tenis por temor a que te sientas atraída por la rotundidad de las raquetas, no sé si prohibirte que escribas en este blog o permitirte que veas esa película que, al parecer, tanto excita tu curiosidad.
La veremos si me prometes que luego habrá felación, sin auto.

Señor o señora Absenta:
Me inquieta la ambigüedad de su nombre, y le ruego que no incite a mi niña a ver películas con escenas tan fálicas como la que acaba de describirnos.

No sólo hay películas para ver en soledad. También hay libros para leer con una sola mano. Verdad, Dolly preciosa?

Anónimo dijo...

En cuanto a los libros, solo los leo en el trabajo, de hecho son mi trabajo, por eso, usted comprenderá la dificultad que me supondría leerlos con una sola mano.
Ahora me voy a mi taberna favorita, a emborracharme lentamente.

Kaleidoscope Girl dijo...

Pues mi batalla es morirme sin haber visto Casablanca.

Lagata dijo...

A mí lo que me ha gustado es lo de "inmarcesible"

Anónimo dijo...

Lo que les pasa a los del cineclub es que están encabronados, porque divisan entre la multitud a una pelirroja nueva, tambien con gafas de pasta, que no habían visto nunca, y piensan para sus adentros:

Joder, con lo bien que quedaría yo apoyado en esta pared fumando en pipa....seguro que esta caía...

Pero como no pueden fumar, pues están encabronados.

Vamos, es que no creo que vayan a esos sitios por las películas, no jodas...

Unknown dijo...

Un videoclub ya no es un negocio. Lo mejor es montar un puticlub.

Anónimo dijo...

si hombre, como si las putas tuvieran tiempo de alquilar películas

Anónimo dijo...

P.D.

Un beso para las putas, que no se me ofendan

Virrey Mendoza dijo...

Para clubes buenos buenos... el Betís de don Manué.

Anónimo dijo...

¿Y cuando intentas romper el carné del videoclub a mano pero no puedes por que está plastificado?

La cara de gilipollas que se le queda a uno.

Entonces lo guardas, por que te da cosa tirarlo entero, y así va de cartera en cartera toda tu vida.

Anónimo dijo...

Fe de erratas:

Donde por que, etc. porque.

Anónimo dijo...

Ni cine ni videoclub, donde se ponga un bar k se quite todo lo demás. En esos lugares surgen las más apasionadas historias de amor, las tragedias más duras, las comedias más histriónicas... los bares, siempre los bares.

Anónimo dijo...

Hablando de autofelaciones,

¿sabéis por qué los perros se chupan sus partes?

Porque pueden.

Virrey Mendoza dijo...

Klubbar, el bárbaro de la estepa.

Anónimo dijo...

Camilo, ¿me puedes explicar el artículo? ¡Estoy segura de que cuando lo entienda me gustará mogollón!

¡Hay un animalito en Madagascar que no sé si existe o no!

Besis.

Anónimo dijo...

La película se llama "Short bus", señores.

Papi Humbie, el profesor Camilo me pide que te identifiques. Yo estoy cansada de decirle que mi papi es demasiado discreto y que a él le va más el rollo de vigilar desde la sombra de su coche o entre los asientos vacíos de un teatro y que nuunca se quita su sombrero por miedo a que las mamis de otras compañeras lo reconozcan. Pero bueno, papi Humbie, él insiste.

¿Hast traído el jabón para la boca? ¿Y la muestra de Cristasol de que te pedí?

Anoche fui otra vez una niña mala.

Anónimo dijo...

Yo me la casco con las dos manos: alterno.

Anónimo dijo...

y los músculos tenues de las palabras,
como quien agrega al aire
un argumento de pétalos

¿Recuerdan si llevaba cristasol la Maura en aquella película?

Anónimo dijo...

"Y una mañana de bocas
donde iluminar mi cuello"

¿Qué película? ¿Maura? ¿Carmen Maura? ¿En la que mata al marido con la pata de jamón?

Anónimo dijo...

Naturalmente Srta. Haze... Cuando limpiaba las duchas de un polideportivo llavaba un mocho en una mano y, tal vez, en la otra el cristasol, elemento poco frecuente en otros cines. ¡Vaya usted a saber por qué!

Buenas noches.

Anónimo dijo...

¿A qué huelen las zapatillas de deporte sudadas de los semidioses?

Sum-sum.

Anónimo dijo...

Los semidioses sudan muy poco, no son como los dioses que no sudan absolutamente nada.
De todas formas, da igual, porque tampoco tienen un normal desarrollo olfativo.

Anónimo dijo...

Lolita, niña:

Dile al profesor Camilo que puede averiguar quién soy leyendo la obra del mariposero señor Nabokov.

No se trata de un pseudónimo. Humbert Humbert siempre estará vivo. Siento decepcionarle, señor de Ory.

Dolly, cielo, del cristasol hablaremos esta noche en casa cuando, en braguitas, limpies los cristales.

Anónimo dijo...

Hola. Me han dicho que en esta room podría encontrar al adivinador de prosedensias pues mi siber amada no me quiere desir de dónde es.

Si le ven díganle que Herminio de San Juan de Puerto Rico le está buscando y si hay alguna niña por ahí pues ya les dejo mi correo electrónico que es herminiogarsia@latinmail.mix

Anónimo dijo...

@ Humbert (y le aseguro que no le estoy tuteando):

El Sr. Ory me pide que le haga saber que él no tiene nada que ver con la taimada petición de Lolita, que sin duda desea desenmascararle a usted para divertirse infantil y perversamente chantajeándole en casa y en el trabajo, y que desde luego es conocedor y devoto de su literaria figura. No sólo es lector recurrente de la obra más conocida y polémica de Nabokov, en su versión ilustrada con fotos de modelos 'barely' ucranianas, sino que incluso eligió a Humbert Humbert para protagonizar el sensible y delicado relato "Sangre", incluido en el volumen 'Cosas con la lengua' (Arguval, 2002), que podrá encontrar en las mejores liberías de España y encargar en las peores.

Anónimo dijo...

¡Hay un animalito en Madagascar que no sé si existe o no!

Anónimo dijo...

La menopausia me hace patalear de una manera muy graciosa.

Anónimo dijo...

FE DE ERRATAS:

Donde dije:

"liberías"

Quise decir:

"librerías"

Y no:

"Liberia"

O:

"Liberales"

Anónimo dijo...

NOTA INFORMATIVA:

Mañana, sábado 23 de marzo, en los amplios salones del Ateneo, el egregio escritor Camilo de Ory ofrecerá una lectura de sus más selectos poemas en un acto en el que también participarán Chantal Maillard, David Leo García, Paco Cumpián, un musical grupo de bossa-nova y un buen número de cocineros irlandeses.

La intención es evitar que ejecuten a Thomas Miller, que es alguien a quien al parecer van a ejecutar.

Id.

Id, sí.

Anónimo dijo...

FE DE ERRATAS:

Donde dije:

"en los amplios salones del Ateneo"

Quise decir:

"en los amplios salones del Ateneo DE MÁLAGA"

Ateneos hay muchos, pero están en ti.

Anónimo dijo...

Para el invitado desconocido:

¡Vaya, vaya!

Para el invitado amigo:

¡Vé, vé!

Anónimo dijo...

FE DE ERRATAS:

Donde dije:

"Para el invitado amigo"

Quise decir:

"Para la persona a la que se invita y que es al menos conocida o tan joven que el no tutearla sería una falta de respeto"

Anónimo dijo...

FE DE ERRATAS:

Donde dije:

"Para la persona a la que se invita y que es al menos conocida o tan joven que el no tutearla sería una falta de respeto"

Quise decir:

"Para la persona a la que se invita y que es al menos conocida DE UNO o tan joven que el no tutearla sería una falta de respeto"

Anónimo dijo...

FE DE ERRATAS:

Donde dije:

"Ateneos hay muchos, pero están en ti."

Quise decir:

"Ateneos hay muchos, pero están en éste."

Y donde dije:

"Ateneos hay muchos, pero están en éste."

Quise decir:

"Brummel. Mejor cuanto más cerca."

Anónimo dijo...

Ver a Camilo de Ory alguna vez en la vida es algo imprescindible; cambiará mucho tu percepción de la vida cuando veas a Camilo de Ory en directo.

¡La Virgen! Qué dislate.

yo, la reina roja dijo...

INVITACIÓN

Señor de Ory, pásese por www.fufosa.org, sección de relatos breves, para leer mi "Entierro del lunar".
Y si tiene algún relato interesante (y breve), envíelo.

Anónimo dijo...

Humbie, tú sabes que yo nunca te haría algo así... El señor de Ory quiere que no me quieras tanto, papi.

Nos veremos las caras, profe, en el Ateneo de Málaga.. Que conste que voy por lo de los cocineros irlandeses.

Bueno y por Thomas Miller, claro.

Anónimo dijo...

Pues el trópico de cáncer de Thomas Miller a mí me gustó mucho de leerlo. ¿Por qué van a ejecutar a este tío?

Anónimo dijo...

Pero bueno, ¿al final ese bicho existe o no?

Anónimo dijo...

No soy muy de vinos, pero éste está riquísimo. La virfen qe dislte!

Anónimo dijo...

¿Alguien me puede explicar qué es eso de "una autofelación"? No tengo ni idea, pero seguro que cuando lo sepa ¡me gusta muchísimo!

Anónimo dijo...

Podéis llamarme Ardmbp.

Anónimo dijo...

Podéis llamarme Radmbp.

Anónimo dijo...

Tengo dos nombres ¡y me gusta muchísimo!

Anónimo dijo...

Que te calles, puta

Anónimo dijo...

Pongámonos de acuerdo todos los trolls: ¿va antes rubia que alta o va antes alta que ruvia?

Hombre, es que ya está bien con las siglas. Ya está bien.

Anónimo dijo...

Bueno, sólo vengo aquí a reírme del autor y no con el autor. Y casualmente he visto los comentarios en los que se hace clara alusión a mi aférrima - alta, ruvia y de muy buen parecer - novia.

Así que alta va antes que ruvia. Y además ya lo pensé en SEPTIEMBRE.

Pringaos.

Anónimo dijo...

Déjalos: son unos incultos, que se pudran en su propia mierda.

A ésos ni la agua les doy.

Anónimo dijo...

Camilo, yo tengo una propuesta para el psicoanalista: quiero que se de un paseito por tu blog y sus comentaristas... Creo que abandonaría la profesión...

Anónimo dijo...

Para El Usuario Anónimo y Ardmbp / Radmbp, con todo el corazón:

"Ella fue a nacer
en una fría sala de hospital.
Cuando vio la luz,
su frente se quebró como el cristal.
Porque entre los dedos a su padre
como un pez se le escurrió.
Hace un mes cumplió los veintiséis.
Sólo pienso en ti.

Hey, sólo pienso en ti.
Juntos de la mano
se les ve por el jardín...
No puede haber nadie en este mundo tan feliz
Hey, sólo pienso en ti

Él nació de pie:
le fueron a parir entre algodón.
Su padre pensó
que aquello era un castigo del señor.
Le buscó un lugar para olvidarlo
y siendo niño lo internó.
Pronto cumplirá los treinta y tres.
Sólo pienso en ti.

Hey, sólo pienso en ti.
Juntos de la mano
se les ve por el jardín...
No puede haber nadie en este mundo tan feliz.
Hey, sólo pienso en ti.

En el comedor
se sientan separados a comer.
Si se miran bien
les corren mil hormigas por los pies.
Ella le regala alguna flor
y él le dibuja en un papel
algo parecido a un corazón...
Sólo pienso en ti

Hey, sólo pienso en ti.
Juntos de la mano
se les ve por el jardín...
No puede haber nadie en este mundo tan feliz
Hey, sólo pienso en ti."

Anónimo dijo...

Ese tipo de amor es el que merece la pena narrar, a pesar de su previsibilidad. No es de extrañar que haya sido el pilar central de cientos de piezas de teatro, películas, y cómo no, obras maestras del bel canto.

Anónimo dijo...

¿Alguien me puede explicar qué es eso del "bel canto"? No tengo ni idea, pero seguro que cuando lo sepa ¡me gusta muchísimo!

Anónimo dijo...

A veces me entran sofocos.

Anónimo dijo...

¿Qué me espera a partir de ahora?

¿Disfrutar de los nietos?

La vejez y la muerte.

Anónimo dijo...

Oiga, riégueme.

Anónimo dijo...

¡La Virgen! Qué dislate.

Anónimo dijo...

ENVIDIA

Anónimo dijo...

Ingredientes:

2 envidias
200 g de gambas cocidas y peladas
2 huevos cocidos
6 palitos de boca de mar
lonchas de salmón ahumado

Salsa tartara:
mahonesa, pepinillos, alcaparras y cebollitas en vinagre

Receta :
1- Limpiamos y deshojamos las envidias.

2- Preparamos una mezcla con las gambas troceadas, las bocas de mar y los huevos cocidos, con la salsa tartara.

3- Rellenamos las hojas con la mezcla anterior y se envuelve con una loncha de salmón ahumado.


Consejos :
Servir con vino blanco muy frio o cava.

Anónimo dijo...

¡Dibujo y aprendo!

Anónimo dijo...

¿Alguien me puede explicar qué es eso del "salmón ahumado"? No tengo ni idea, pero seguro que cuando lo sepa ¡me gusta muchísimo!

Anónimo dijo...

¡Dibujo y aprendo!

Anónimo dijo...

¡Hay un animalito en Madagascar que no sé si existe o no!

Anónimo dijo...

Iba a decir algo... pero conforme iba leyendo simplemente no podía dejar de pensar "qué razón tiene Víctor Manuel".

Anónimo dijo...

Hor-hey Ger-bah-oh-za.

Anónimo dijo...

¡Venga, todos!

"Heeeey, sólo pienso en ti..."

Anónimo dijo...

Esta canción tiene una ritmillo que me obliga mover las pies.

Cuánto buena amigo aquí. Bonito verlas todos. Soy contento y vivo feliz.

Anónimo dijo...

La vejez y la muerte.

Anónimo dijo...

Si algún día tuviera la oportunidad de gestar mi propia obra cinematográfica acudiría rápidamente a esta sintonía.

Pringadillos.

Anónimo dijo...

Deéjalos: al final todo el mundo busca su propio interés y ejercer de revolucionario sin esperar nada a cambio equivale a ser un pardillo.

Anónimo dijo...

Y si me metí en Comisiones Obreras fue para ver si me comía algo con las tías del sindicato, pero ni por ésas.

Hoy las llamo y respiro.

Anónimo dijo...

Ring.

Ring.

[Silencio.]

Anónimo dijo...

Estoy yo en acto de servicio regando la Gran Vía y se me acerca una tía y me dice:

—¡Riégueme! ¡Riégueme!

Y yo pienso: "Tú verás que la riego y la vieja ésta me mete un paquete que me echan del curro". Y le digo:

—¡Y una mierda, vieja, te voy a regar yo!

Y me se pone a llorar la vieja.

Anónimo dijo...

¡¡¡Machista!!! ¡¡¡Redhibitorio!!!

Anónimo dijo...

Mi personaje es una mujer que sufre maltrato, huye de eso escapándose de casa y como está un poco desquiciada empieza a hacer cosas terribles.

Anónimo dijo...

Los tacones son la mejor manera de sobrellevar la angustia.

Anónimo dijo...

Me gusta mucho venir a Italia porque me siento muy querida. Digamos que después de España es el sitio donde me siento más acogida y mira que no he trabajado mucho aquí; pero son muy simpáticos conmigo.

Anónimo dijo...

Desde que empecé a salir al extranjero con Pedro (Almodóvar) muchísimas veces hemos tenido montones de fans del mundo gay.

Anónimo dijo...

¿Qué me queda?

¿Disfrutar de los nietos?

Sólo esperar la vejez y la muerte.

Anónimo dijo...

A veces tengo sofocos.

Anónimo dijo...

FE DE ERRATAS:

Donde dije:

"Deéjalos: al final todo el mundo busca su propio interés y ejercer de revolucionario sin esperar nada a cambio equivale a ser un pardillo."

Quise decir:

"Déjalos: al final todo el mundo busca su propio interés y ejercer de revolucionario sin esperar nada a cambio equivale a ser un pardillo."

Anónimo dijo...

Albergo una duda. Cuando Camilo dice:

"Soy consciente de que tengo planta de galán de cine, por lo menos de galán español de posguerra, pero del mismo modo lo soy de que las dotes histriónicas no acompañan a mi inmejorable imagen y a mi turbador físico: Dios no me ha llamado por los caminos de la interpretación y me ha negado cruelmente la posibilidad de ser admirado y casi venerado por niños y mayores y deseado por un número de mujeres aún más alto del de las que hoy beben los vientos por mí como si éstos en lugar de ser fenómenos meteorológicos fueran botellines de agua mineral. Por culpa de mis es cierto que pocas pero también es cierto que evidentes limitaciones me he visto obligado a permanecer a este lado de la gran pantalla hasta el momento de escribir el texto que ahora tienen ante sus ojos y tan gozosamente degustan o paladean, lo cual me ha privado de ganar dinero fácil y de alcanzar la fama por la vía rápida pero me ha permitido aprovechar la oscuridad de las salas de proyección para cometer actos impuros en solitario y en pareja y para perpetrar pequeños robos que me han provisto del capital necesario para afrontar con desahogo los gastos diarios que por fuerza abruman a todo hombre sofisticado.

El haber participado como espectador y no como actor en el solemne ritual de exhibición de una gran cantidad de películas me ha dado además la oportunidad de formarme un criterio objetivo acerca de lo que es el Séptimo Arte y del sentido metafísico que tiene todo lo que le rodea: por eso puedo decir con la boca tan grande como ustedes quieran imaginarla que detesto el cine y que me gusta pero que muchísimo más ver las películas en casa y por la televisión. En casa nadie come ruidosas patatas fritas mientras yo trato de descifrar los susurros de los personajes secundarios de la confusa trama del moderno clásico con que me regalan los sentidos los frívolos responsables de la programación de la temporada ni se zampa bolsas familiares de palomitas de maíz o habla por el teléfono móvil a grito pelado para que su lejano interlocutor le oiga por encima del potente sistema de sonido del local y nadie me echa la bronca si soy yo el que sufre un súbito ataque de gula o de gusa justo en el momento en que el anciano moribundo le dice con voz trémula al protagonista herido de bala en el hombro dónde está el tesoro y se decide a calmarlo engullendo un cuarto de kilo de golosinas variadas y envueltas en papel de celofán o el que recibe una llamada urgente en pleno desenlace de la más dramática de las historias de suspense y no tiene ganas de levantarse para atenderla en el descansillo.

El videoclub es uno de los pocos clubes donde aún me admiten como socio, lo cual me ha hecho plantearme en más de una ocasión si es conveniente que siga perteneciendo al mismo o si por el contrario debo ofenderme y romper en mil pedazos el carné plastificado que me da derecho a llevarme una o varias películas a casa durante unos días a cambio de lo que pueden ser unas monedas o unos billetes dependiendo de lo que tarde en recordar que tengo que devolverlas, pero en cualquier caso me parece cien veces más seductora la idea de frecuentar estos honrados establecimientos que la de hacer lo propio con los llamados cineclubes, funestos lugares que suelen estar llenos hasta la bandera de sujetos con gafas de pasta que por alguna razón siempre me miran por encima del hombro y arrugan la nariz cuando paso a su lado como un hortelano que hubiera visto a un topo que pretende comerse sus cebollas. No me encuentro cómodo entre los estirados devotos del cine de autor ni me llaman la atención las películas de arte y ensayo en versión original: prefiero codearme con la luminosa vecina del cuarto y el desprejuiciado encargado de la ferretería mientras elijo tranquilamente el DVD que voy a disfrutar en la silenciosa soledad de mi salón y me atraen mucho más las cintas cuyos director y actores han ensayado lo suficiente antes de ponerse respectivamente detrás y delante de la cámara y dar inicio al tortuoso rodaje de una densa e inmarcesible obra de arte. He dicho."

Quiere realmente decir:

"Soy consciente de que tengo planta de galán de cine, por lo menos de galán español de posguerra, pero del mismo modo lo soy de que las dotes histriónicas no acompañan a mi inmejorable imagen y a mi turbador físico: Dios no me ha llamado por los caminos de la interpretación y me ha negado cruelmente la posibilidad de ser admirado y casi venerado por niños y mayores y deseado por un número de mujeres aún más alto del de las que hoy beben los vientos por mí como si éstos en lugar de ser fenómenos meteorológicos fueran botellines de agua mineral. Por culpa de mis es cierto que pocas pero también es cierto que evidentes limitaciones me he visto obligado a permanecer a este lado de la gran pantalla hasta el momento de escribir el texto que ahora tienen ante sus ojos y tan gozosamente degustan o paladean, lo cual me ha privado de ganar dinero fácil y de alcanzar la fama por la vía rápida pero me ha permitido aprovechar la oscuridad de las salas de proyección para cometer actos impuros en solitario y en pareja y para perpetrar pequeños robos que me han provisto del capital necesario para afrontar con desahogo los gastos diarios que por fuerza abruman a todo hombre sofisticado.

El haber participado como espectador y no como actor en el solemne ritual de exhibición de una gran cantidad de películas me ha dado además la oportunidad de formarme un criterio objetivo acerca de lo que es el Séptimo Arte y del sentido metafísico que tiene todo lo que le rodea: por eso puedo decir con la boca tan grande como ustedes quieran imaginarla que detesto el cine y que me gusta pero que muchísimo más ver las películas en casa y por la televisión. En casa nadie come ruidosas patatas fritas mientras yo trato de descifrar los susurros de los personajes secundarios de la confusa trama del moderno clásico con que me regalan los sentidos los frívolos responsables de la programación de la temporada ni se zampa bolsas familiares de palomitas de maíz o habla por el teléfono móvil a grito pelado para que su lejano interlocutor le oiga por encima del potente sistema de sonido del local y nadie me echa la bronca si soy yo el que sufre un súbito ataque de gula o de gusa justo en el momento en que el anciano moribundo le dice con voz trémula al protagonista herido de bala en el hombro dónde está el tesoro y se decide a calmarlo engullendo un cuarto de kilo de golosinas variadas y envueltas en papel de celofán o el que recibe una llamada urgente en pleno desenlace de la más dramática de las historias de suspense y no tiene ganas de levantarse para atenderla en el descansillo.

El videoclub es uno de los pocos clubes donde aún me admiten como socio, lo cual me ha hecho plantearme en más de una ocasión si es conveniente que siga perteneciendo al mismo o si por el contrario debo ofenderme y romper en mil pedazos el carné plastificado que me da derecho a llevarme una o varias películas a casa durante unos días a cambio de lo que pueden ser unas monedas o unos billetes dependiendo de lo que tarde en recordar que tengo que devolverlas, pero en cualquier caso me parece cien veces más seductora la idea de frecuentar estos honrados establecimientos que la de hacer lo propio con los llamados cineclubes, funestos lugares que suelen estar llenos hasta la bandera de sujetos con gafas de pasta que por alguna razón siempre me miran por encima del hombro y arrugan la nariz cuando paso a su lado como un hortelano que hubiera visto a un topo que pretende comerse sus cebollas. No me encuentro cómodo entre los estirados devotos del cine de autor ni me llaman la atención las películas de arte y ensayo en versión original: prefiero codearme con la luminosa vecina del cuarto y el desprejuiciado encargado de la ferretería mientras elijo tranquilamente el DVD que voy a disfrutar en la silenciosa soledad de mi salón y me atraen mucho más las cintas cuyos director y actores han ensayado lo suficiente antes de ponerse respectivamente detrás y delante de la cámara y dar inicio al tortuoso rodaje de una densa e inmarcesible obra de arte. He dicho."

En el sentido estricto, o sea, única y exclusivamente:

"Soy consciente de que tengo planta de galán de cine, por lo menos de galán español de posguerra, pero del mismo modo lo soy de que las dotes histriónicas no acompañan a mi inmejorable imagen y a mi turbador físico: Dios no me ha llamado por los caminos de la interpretación y me ha negado cruelmente la posibilidad de ser admirado y casi venerado por niños y mayores y deseado por un número de mujeres aún más alto del de las que hoy beben los vientos por mí como si éstos en lugar de ser fenómenos meteorológicos fueran botellines de agua mineral. Por culpa de mis es cierto que pocas pero también es cierto que evidentes limitaciones me he visto obligado a permanecer a este lado de la gran pantalla hasta el momento de escribir el texto que ahora tienen ante sus ojos y tan gozosamente degustan o paladean, lo cual me ha privado de ganar dinero fácil y de alcanzar la fama por la vía rápida pero me ha permitido aprovechar la oscuridad de las salas de proyección para cometer actos impuros en solitario y en pareja y para perpetrar pequeños robos que me han provisto del capital necesario para afrontar con desahogo los gastos diarios que por fuerza abruman a todo hombre sofisticado.

El haber participado como espectador y no como actor en el solemne ritual de exhibición de una gran cantidad de películas me ha dado además la oportunidad de formarme un criterio objetivo acerca de lo que es el Séptimo Arte y del sentido metafísico que tiene todo lo que le rodea: por eso puedo decir con la boca tan grande como ustedes quieran imaginarla que detesto el cine y que me gusta pero que muchísimo más ver las películas en casa y por la televisión. En casa nadie come ruidosas patatas fritas mientras yo trato de descifrar los susurros de los personajes secundarios de la confusa trama del moderno clásico con que me regalan los sentidos los frívolos responsables de la programación de la temporada ni se zampa bolsas familiares de palomitas de maíz o habla por el teléfono móvil a grito pelado para que su lejano interlocutor le oiga por encima del potente sistema de sonido del local y nadie me echa la bronca si soy yo el que sufre un súbito ataque de gula o de gusa justo en el momento en que el anciano moribundo le dice con voz trémula al protagonista herido de bala en el hombro dónde está el tesoro y se decide a calmarlo engullendo un cuarto de kilo de golosinas variadas y envueltas en papel de celofán o el que recibe una llamada urgente en pleno desenlace de la más dramática de las historias de suspense y no tiene ganas de levantarse para atenderla en el descansillo.

El videoclub es uno de los pocos clubes donde aún me admiten como socio, lo cual me ha hecho plantearme en más de una ocasión si es conveniente que siga perteneciendo al mismo o si por el contrario debo ofenderme y romper en mil pedazos el carné plastificado que me da derecho a llevarme una o varias películas a casa durante unos días a cambio de lo que pueden ser unas monedas o unos billetes dependiendo de lo que tarde en recordar que tengo que devolverlas, pero en cualquier caso me parece cien veces más seductora la idea de frecuentar estos honrados establecimientos que la de hacer lo propio con los llamados cineclubes, funestos lugares que suelen estar llenos hasta la bandera de sujetos con gafas de pasta que por alguna razón siempre me miran por encima del hombro y arrugan la nariz cuando paso a su lado como un hortelano que hubiera visto a un topo que pretende comerse sus cebollas. No me encuentro cómodo entre los estirados devotos del cine de autor ni me llaman la atención las películas de arte y ensayo en versión original: prefiero codearme con la luminosa vecina del cuarto y el desprejuiciado encargado de la ferretería mientras elijo tranquilamente el DVD que voy a disfrutar en la silenciosa soledad de mi salón y me atraen mucho más las cintas cuyos director y actores han ensayado lo suficiente antes de ponerse respectivamente detrás y delante de la cámara y dar inicio al tortuoso rodaje de una densa e inmarcesible obra de arte. He dicho."

O por el contrario quiere decir otra cosa.

Gracias.

Anónimo dijo...

FE DE ERRATAS:

Donde dije:

"Albergo una duda. Cuando Camilo dice:

'Soy consciente de que tengo planta de galán de cine, por lo menos de galán español de posguerra, pero del mismo modo lo soy de que las dotes histriónicas no acompañan a mi inmejorable imagen y a mi turbador físico: Dios no me ha llamado por los caminos de la interpretación y me ha negado cruelmente la posibilidad de ser admirado y casi venerado por niños y mayores y deseado por un número de mujeres aún más alto del de las que hoy beben los vientos por mí como si éstos en lugar de ser fenómenos meteorológicos fueran botellines de agua mineral. Por culpa de mis es cierto que pocas pero también es cierto que evidentes limitaciones me he visto obligado a permanecer a este lado de la gran pantalla hasta el momento de escribir el texto que ahora tienen ante sus ojos y tan gozosamente degustan o paladean, lo cual me ha privado de ganar dinero fácil y de alcanzar la fama por la vía rápida pero me ha permitido aprovechar la oscuridad de las salas de proyección para cometer actos impuros en solitario y en pareja y para perpetrar pequeños robos que me han provisto del capital necesario para afrontar con desahogo los gastos diarios que por fuerza abruman a todo hombre sofisticado.

El haber participado como espectador y no como actor en el solemne ritual de exhibición de una gran cantidad de películas me ha dado además la oportunidad de formarme un criterio objetivo acerca de lo que es el Séptimo Arte y del sentido metafísico que tiene todo lo que le rodea: por eso puedo decir con la boca tan grande como ustedes quieran imaginarla que detesto el cine y que me gusta pero que muchísimo más ver las películas en casa y por la televisión. En casa nadie come ruidosas patatas fritas mientras yo trato de descifrar los susurros de los personajes secundarios de la confusa trama del moderno clásico con que me regalan los sentidos los frívolos responsables de la programación de la temporada ni se zampa bolsas familiares de palomitas de maíz o habla por el teléfono móvil a grito pelado para que su lejano interlocutor le oiga por encima del potente sistema de sonido del local y nadie me echa la bronca si soy yo el que sufre un súbito ataque de gula o de gusa justo en el momento en que el anciano moribundo le dice con voz trémula al protagonista herido de bala en el hombro dónde está el tesoro y se decide a calmarlo engullendo un cuarto de kilo de golosinas variadas y envueltas en papel de celofán o el que recibe una llamada urgente en pleno desenlace de la más dramática de las historias de suspense y no tiene ganas de levantarse para atenderla en el descansillo.

El videoclub es uno de los pocos clubes donde aún me admiten como socio, lo cual me ha hecho plantearme en más de una ocasión si es conveniente que siga perteneciendo al mismo o si por el contrario debo ofenderme y romper en mil pedazos el carné plastificado que me da derecho a llevarme una o varias películas a casa durante unos días a cambio de lo que pueden ser unas monedas o unos billetes dependiendo de lo que tarde en recordar que tengo que devolverlas, pero en cualquier caso me parece cien veces más seductora la idea de frecuentar estos honrados establecimientos que la de hacer lo propio con los llamados cineclubes, funestos lugares que suelen estar llenos hasta la bandera de sujetos con gafas de pasta que por alguna razón siempre me miran por encima del hombro y arrugan la nariz cuando paso a su lado como un hortelano que hubiera visto a un topo que pretende comerse sus cebollas. No me encuentro cómodo entre los estirados devotos del cine de autor ni me llaman la atención las películas de arte y ensayo en versión original: prefiero codearme con la luminosa vecina del cuarto y el desprejuiciado encargado de la ferretería mientras elijo tranquilamente el DVD que voy a disfrutar en la silenciosa soledad de mi salón y me atraen mucho más las cintas cuyos director y actores han ensayado lo suficiente antes de ponerse respectivamente detrás y delante de la cámara y dar inicio al tortuoso rodaje de una densa e inmarcesible obra de arte. He dicho.'

Quiere realmente decir:

'Soy consciente de que tengo planta de galán de cine, por lo menos de galán español de posguerra, pero del mismo modo lo soy de que las dotes histriónicas no acompañan a mi inmejorable imagen y a mi turbador físico: Dios no me ha llamado por los caminos de la interpretación y me ha negado cruelmente la posibilidad de ser admirado y casi venerado por niños y mayores y deseado por un número de mujeres aún más alto del de las que hoy beben los vientos por mí como si éstos en lugar de ser fenómenos meteorológicos fueran botellines de agua mineral. Por culpa de mis es cierto que pocas pero también es cierto que evidentes limitaciones me he visto obligado a permanecer a este lado de la gran pantalla hasta el momento de escribir el texto que ahora tienen ante sus ojos y tan gozosamente degustan o paladean, lo cual me ha privado de ganar dinero fácil y de alcanzar la fama por la vía rápida pero me ha permitido aprovechar la oscuridad de las salas de proyección para cometer actos impuros en solitario y en pareja y para perpetrar pequeños robos que me han provisto del capital necesario para afrontar con desahogo los gastos diarios que por fuerza abruman a todo hombre sofisticado.

El haber participado como espectador y no como actor en el solemne ritual de exhibición de una gran cantidad de películas me ha dado además la oportunidad de formarme un criterio objetivo acerca de lo que es el Séptimo Arte y del sentido metafísico que tiene todo lo que le rodea: por eso puedo decir con la boca tan grande como ustedes quieran imaginarla que detesto el cine y que me gusta pero que muchísimo más ver las películas en casa y por la televisión. En casa nadie come ruidosas patatas fritas mientras yo trato de descifrar los susurros de los personajes secundarios de la confusa trama del moderno clásico con que me regalan los sentidos los frívolos responsables de la programación de la temporada ni se zampa bolsas familiares de palomitas de maíz o habla por el teléfono móvil a grito pelado para que su lejano interlocutor le oiga por encima del potente sistema de sonido del local y nadie me echa la bronca si soy yo el que sufre un súbito ataque de gula o de gusa justo en el momento en que el anciano moribundo le dice con voz trémula al protagonista herido de bala en el hombro dónde está el tesoro y se decide a calmarlo engullendo un cuarto de kilo de golosinas variadas y envueltas en papel de celofán o el que recibe una llamada urgente en pleno desenlace de la más dramática de las historias de suspense y no tiene ganas de levantarse para atenderla en el descansillo.

El videoclub es uno de los pocos clubes donde aún me admiten como socio, lo cual me ha hecho plantearme en más de una ocasión si es conveniente que siga perteneciendo al mismo o si por el contrario debo ofenderme y romper en mil pedazos el carné plastificado que me da derecho a llevarme una o varias películas a casa durante unos días a cambio de lo que pueden ser unas monedas o unos billetes dependiendo de lo que tarde en recordar que tengo que devolverlas, pero en cualquier caso me parece cien veces más seductora la idea de frecuentar estos honrados establecimientos que la de hacer lo propio con los llamados cineclubes, funestos lugares que suelen estar llenos hasta la bandera de sujetos con gafas de pasta que por alguna razón siempre me miran por encima del hombro y arrugan la nariz cuando paso a su lado como un hortelano que hubiera visto a un topo que pretende comerse sus cebollas. No me encuentro cómodo entre los estirados devotos del cine de autor ni me llaman la atención las películas de arte y ensayo en versión original: prefiero codearme con la luminosa vecina del cuarto y el desprejuiciado encargado de la ferretería mientras elijo tranquilamente el DVD que voy a disfrutar en la silenciosa soledad de mi salón y me atraen mucho más las cintas cuyos director y actores han ensayado lo suficiente antes de ponerse respectivamente detrás y delante de la cámara y dar inicio al tortuoso rodaje de una densa e inmarcesible obra de arte. He dicho.'

En el sentido estricto, o sea, única y exclusivamente:

'Soy consciente de que tengo planta de galán de cine, por lo menos de galán español de posguerra, pero del mismo modo lo soy de que las dotes histriónicas no acompañan a mi inmejorable imagen y a mi turbador físico: Dios no me ha llamado por los caminos de la interpretación y me ha negado cruelmente la posibilidad de ser admirado y casi venerado por niños y mayores y deseado por un número de mujeres aún más alto del de las que hoy beben los vientos por mí como si éstos en lugar de ser fenómenos meteorológicos fueran botellines de agua mineral. Por culpa de mis es cierto que pocas pero también es cierto que evidentes limitaciones me he visto obligado a permanecer a este lado de la gran pantalla hasta el momento de escribir el texto que ahora tienen ante sus ojos y tan gozosamente degustan o paladean, lo cual me ha privado de ganar dinero fácil y de alcanzar la fama por la vía rápida pero me ha permitido aprovechar la oscuridad de las salas de proyección para cometer actos impuros en solitario y en pareja y para perpetrar pequeños robos que me han provisto del capital necesario para afrontar con desahogo los gastos diarios que por fuerza abruman a todo hombre sofisticado.

El haber participado como espectador y no como actor en el solemne ritual de exhibición de una gran cantidad de películas me ha dado además la oportunidad de formarme un criterio objetivo acerca de lo que es el Séptimo Arte y del sentido metafísico que tiene todo lo que le rodea: por eso puedo decir con la boca tan grande como ustedes quieran imaginarla que detesto el cine y que me gusta pero que muchísimo más ver las películas en casa y por la televisión. En casa nadie come ruidosas patatas fritas mientras yo trato de descifrar los susurros de los personajes secundarios de la confusa trama del moderno clásico con que me regalan los sentidos los frívolos responsables de la programación de la temporada ni se zampa bolsas familiares de palomitas de maíz o habla por el teléfono móvil a grito pelado para que su lejano interlocutor le oiga por encima del potente sistema de sonido del local y nadie me echa la bronca si soy yo el que sufre un súbito ataque de gula o de gusa justo en el momento en que el anciano moribundo le dice con voz trémula al protagonista herido de bala en el hombro dónde está el tesoro y se decide a calmarlo engullendo un cuarto de kilo de golosinas variadas y envueltas en papel de celofán o el que recibe una llamada urgente en pleno desenlace de la más dramática de las historias de suspense y no tiene ganas de levantarse para atenderla en el descansillo.

El videoclub es uno de los pocos clubes donde aún me admiten como socio, lo cual me ha hecho plantearme en más de una ocasión si es conveniente que siga perteneciendo al mismo o si por el contrario debo ofenderme y romper en mil pedazos el carné plastificado que me da derecho a llevarme una o varias películas a casa durante unos días a cambio de lo que pueden ser unas monedas o unos billetes dependiendo de lo que tarde en recordar que tengo que devolverlas, pero en cualquier caso me parece cien veces más seductora la idea de frecuentar estos honrados establecimientos que la de hacer lo propio con los llamados cineclubes, funestos lugares que suelen estar llenos hasta la bandera de sujetos con gafas de pasta que por alguna razón siempre me miran por encima del hombro y arrugan la nariz cuando paso a su lado como un hortelano que hubiera visto a un topo que pretende comerse sus cebollas. No me encuentro cómodo entre los estirados devotos del cine de autor ni me llaman la atención las películas de arte y ensayo en versión original: prefiero codearme con la luminosa vecina del cuarto y el desprejuiciado encargado de la ferretería mientras elijo tranquilamente el DVD que voy a disfrutar en la silenciosa soledad de mi salón y me atraen mucho más las cintas cuyos director y actores han ensayado lo suficiente antes de ponerse respectivamente detrás y delante de la cámara y dar inicio al tortuoso rodaje de una densa e inmarcesible obra de arte. He dicho.'

O por el contrario quiere decir otra cosa.

Gracias."

Quise decir:

"Albergo una duda QUE ME ATORMENTA. Cuando Camilo dice:

'Soy consciente de que tengo planta de galán de cine, por lo menos de galán español de posguerra, pero del mismo modo lo soy de que las dotes histriónicas no acompañan a mi inmejorable imagen y a mi turbador físico: Dios no me ha llamado por los caminos de la interpretación y me ha negado cruelmente la posibilidad de ser admirado y casi venerado por niños y mayores y deseado por un número de mujeres aún más alto del de las que hoy beben los vientos por mí como si éstos en lugar de ser fenómenos meteorológicos fueran botellines de agua mineral. Por culpa de mis es cierto que pocas pero también es cierto que evidentes limitaciones me he visto obligado a permanecer a este lado de la gran pantalla hasta el momento de escribir el texto que ahora tienen ante sus ojos y tan gozosamente degustan o paladean, lo cual me ha privado de ganar dinero fácil y de alcanzar la fama por la vía rápida pero me ha permitido aprovechar la oscuridad de las salas de proyección para cometer actos impuros en solitario y en pareja y para perpetrar pequeños robos que me han provisto del capital necesario para afrontar con desahogo los gastos diarios que por fuerza abruman a todo hombre sofisticado.

El haber participado como espectador y no como actor en el solemne ritual de exhibición de una gran cantidad de películas me ha dado además la oportunidad de formarme un criterio objetivo acerca de lo que es el Séptimo Arte y del sentido metafísico que tiene todo lo que le rodea: por eso puedo decir con la boca tan grande como ustedes quieran imaginarla que detesto el cine y que me gusta pero que muchísimo más ver las películas en casa y por la televisión. En casa nadie come ruidosas patatas fritas mientras yo trato de descifrar los susurros de los personajes secundarios de la confusa trama del moderno clásico con que me regalan los sentidos los frívolos responsables de la programación de la temporada ni se zampa bolsas familiares de palomitas de maíz o habla por el teléfono móvil a grito pelado para que su lejano interlocutor le oiga por encima del potente sistema de sonido del local y nadie me echa la bronca si soy yo el que sufre un súbito ataque de gula o de gusa justo en el momento en que el anciano moribundo le dice con voz trémula al protagonista herido de bala en el hombro dónde está el tesoro y se decide a calmarlo engullendo un cuarto de kilo de golosinas variadas y envueltas en papel de celofán o el que recibe una llamada urgente en pleno desenlace de la más dramática de las historias de suspense y no tiene ganas de levantarse para atenderla en el descansillo.

El videoclub es uno de los pocos clubes donde aún me admiten como socio, lo cual me ha hecho plantearme en más de una ocasión si es conveniente que siga perteneciendo al mismo o si por el contrario debo ofenderme y romper en mil pedazos el carné plastificado que me da derecho a llevarme una o varias películas a casa durante unos días a cambio de lo que pueden ser unas monedas o unos billetes dependiendo de lo que tarde en recordar que tengo que devolverlas, pero en cualquier caso me parece cien veces más seductora la idea de frecuentar estos honrados establecimientos que la de hacer lo propio con los llamados cineclubes, funestos lugares que suelen estar llenos hasta la bandera de sujetos con gafas de pasta que por alguna razón siempre me miran por encima del hombro y arrugan la nariz cuando paso a su lado como un hortelano que hubiera visto a un topo que pretende comerse sus cebollas. No me encuentro cómodo entre los estirados devotos del cine de autor ni me llaman la atención las películas de arte y ensayo en versión original: prefiero codearme con la luminosa vecina del cuarto y el desprejuiciado encargado de la ferretería mientras elijo tranquilamente el DVD que voy a disfrutar en la silenciosa soledad de mi salón y me atraen mucho más las cintas cuyos director y actores han ensayado lo suficiente antes de ponerse respectivamente detrás y delante de la cámara y dar inicio al tortuoso rodaje de una densa e inmarcesible obra de arte. He dicho.'

Quiere realmente decir:

'Soy consciente de que tengo planta de galán de cine, por lo menos de galán español de posguerra, pero del mismo modo lo soy de que las dotes histriónicas no acompañan a mi inmejorable imagen y a mi turbador físico: Dios no me ha llamado por los caminos de la interpretación y me ha negado cruelmente la posibilidad de ser admirado y casi venerado por niños y mayores y deseado por un número de mujeres aún más alto del de las que hoy beben los vientos por mí como si éstos en lugar de ser fenómenos meteorológicos fueran botellines de agua mineral. Por culpa de mis es cierto que pocas pero también es cierto que evidentes limitaciones me he visto obligado a permanecer a este lado de la gran pantalla hasta el momento de escribir el texto que ahora tienen ante sus ojos y tan gozosamente degustan o paladean, lo cual me ha privado de ganar dinero fácil y de alcanzar la fama por la vía rápida pero me ha permitido aprovechar la oscuridad de las salas de proyección para cometer actos impuros en solitario y en pareja y para perpetrar pequeños robos que me han provisto del capital necesario para afrontar con desahogo los gastos diarios que por fuerza abruman a todo hombre sofisticado.

El haber participado como espectador y no como actor en el solemne ritual de exhibición de una gran cantidad de películas me ha dado además la oportunidad de formarme un criterio objetivo acerca de lo que es el Séptimo Arte y del sentido metafísico que tiene todo lo que le rodea: por eso puedo decir con la boca tan grande como ustedes quieran imaginarla que detesto el cine y que me gusta pero que muchísimo más ver las películas en casa y por la televisión. En casa nadie come ruidosas patatas fritas mientras yo trato de descifrar los susurros de los personajes secundarios de la confusa trama del moderno clásico con que me regalan los sentidos los frívolos responsables de la programación de la temporada ni se zampa bolsas familiares de palomitas de maíz o habla por el teléfono móvil a grito pelado para que su lejano interlocutor le oiga por encima del potente sistema de sonido del local y nadie me echa la bronca si soy yo el que sufre un súbito ataque de gula o de gusa justo en el momento en que el anciano moribundo le dice con voz trémula al protagonista herido de bala en el hombro dónde está el tesoro y se decide a calmarlo engullendo un cuarto de kilo de golosinas variadas y envueltas en papel de celofán o el que recibe una llamada urgente en pleno desenlace de la más dramática de las historias de suspense y no tiene ganas de levantarse para atenderla en el descansillo.

El videoclub es uno de los pocos clubes donde aún me admiten como socio, lo cual me ha hecho plantearme en más de una ocasión si es conveniente que siga perteneciendo al mismo o si por el contrario debo ofenderme y romper en mil pedazos el carné plastificado que me da derecho a llevarme una o varias películas a casa durante unos días a cambio de lo que pueden ser unas monedas o unos billetes dependiendo de lo que tarde en recordar que tengo que devolverlas, pero en cualquier caso me parece cien veces más seductora la idea de frecuentar estos honrados establecimientos que la de hacer lo propio con los llamados cineclubes, funestos lugares que suelen estar llenos hasta la bandera de sujetos con gafas de pasta que por alguna razón siempre me miran por encima del hombro y arrugan la nariz cuando paso a su lado como un hortelano que hubiera visto a un topo que pretende comerse sus cebollas. No me encuentro cómodo entre los estirados devotos del cine de autor ni me llaman la atención las películas de arte y ensayo en versión original: prefiero codearme con la luminosa vecina del cuarto y el desprejuiciado encargado de la ferretería mientras elijo tranquilamente el DVD que voy a disfrutar en la silenciosa soledad de mi salón y me atraen mucho más las cintas cuyos director y actores han ensayado lo suficiente antes de ponerse respectivamente detrás y delante de la cámara y dar inicio al tortuoso rodaje de una densa e inmarcesible obra de arte. He dicho.'

En el sentido estricto, o sea, única y exclusivamente:

'Soy consciente de que tengo planta de galán de cine, por lo menos de galán español de posguerra, pero del mismo modo lo soy de que las dotes histriónicas no acompañan a mi inmejorable imagen y a mi turbador físico: Dios no me ha llamado por los caminos de la interpretación y me ha negado cruelmente la posibilidad de ser admirado y casi venerado por niños y mayores y deseado por un número de mujeres aún más alto del de las que hoy beben los vientos por mí como si éstos en lugar de ser fenómenos meteorológicos fueran botellines de agua mineral. Por culpa de mis es cierto que pocas pero también es cierto que evidentes limitaciones me he visto obligado a permanecer a este lado de la gran pantalla hasta el momento de escribir el texto que ahora tienen ante sus ojos y tan gozosamente degustan o paladean, lo cual me ha privado de ganar dinero fácil y de alcanzar la fama por la vía rápida pero me ha permitido aprovechar la oscuridad de las salas de proyección para cometer actos impuros en solitario y en pareja y para perpetrar pequeños robos que me han provisto del capital necesario para afrontar con desahogo los gastos diarios que por fuerza abruman a todo hombre sofisticado.

El haber participado como espectador y no como actor en el solemne ritual de exhibición de una gran cantidad de películas me ha dado además la oportunidad de formarme un criterio objetivo acerca de lo que es el Séptimo Arte y del sentido metafísico que tiene todo lo que le rodea: por eso puedo decir con la boca tan grande como ustedes quieran imaginarla que detesto el cine y que me gusta pero que muchísimo más ver las películas en casa y por la televisión. En casa nadie come ruidosas patatas fritas mientras yo trato de descifrar los susurros de los personajes secundarios de la confusa trama del moderno clásico con que me regalan los sentidos los frívolos responsables de la programación de la temporada ni se zampa bolsas familiares de palomitas de maíz o habla por el teléfono móvil a grito pelado para que su lejano interlocutor le oiga por encima del potente sistema de sonido del local y nadie me echa la bronca si soy yo el que sufre un súbito ataque de gula o de gusa justo en el momento en que el anciano moribundo le dice con voz trémula al protagonista herido de bala en el hombro dónde está el tesoro y se decide a calmarlo engullendo un cuarto de kilo de golosinas variadas y envueltas en papel de celofán o el que recibe una llamada urgente en pleno desenlace de la más dramática de las historias de suspense y no tiene ganas de levantarse para atenderla en el descansillo.

El videoclub es uno de los pocos clubes donde aún me admiten como socio, lo cual me ha hecho plantearme en más de una ocasión si es conveniente que siga perteneciendo al mismo o si por el contrario debo ofenderme y romper en mil pedazos el carné plastificado que me da derecho a llevarme una o varias películas a casa durante unos días a cambio de lo que pueden ser unas monedas o unos billetes dependiendo de lo que tarde en recordar que tengo que devolverlas, pero en cualquier caso me parece cien veces más seductora la idea de frecuentar estos honrados establecimientos que la de hacer lo propio con los llamados cineclubes, funestos lugares que suelen estar llenos hasta la bandera de sujetos con gafas de pasta que por alguna razón siempre me miran por encima del hombro y arrugan la nariz cuando paso a su lado como un hortelano que hubiera visto a un topo que pretende comerse sus cebollas. No me encuentro cómodo entre los estirados devotos del cine de autor ni me llaman la atención las películas de arte y ensayo en versión original: prefiero codearme con la luminosa vecina del cuarto y el desprejuiciado encargado de la ferretería mientras elijo tranquilamente el DVD que voy a disfrutar en la silenciosa soledad de mi salón y me atraen mucho más las cintas cuyos director y actores han ensayado lo suficiente antes de ponerse respectivamente detrás y delante de la cámara y dar inicio al tortuoso rodaje de una densa e inmarcesible obra de arte. He dicho.'

O por el contrario quiere decir otra cosa.

Gracias."

Anónimo dijo...

Estaba fantaseando y no lo he entendido bien. ¿Me puedes repetir la pregunta?

Anónimo dijo...

Estimada Carmen Madura:

Los tacones son la mejor manera para sobrellevar la angustia si se pisa con ellos la espalda o el prepucio de algún incauto que nos tire los tejos en el ascensor de la oficina o el centro comercial.

Si te sientes triste, Carmencita, y oyes cómo se acerca la muerte, ven que te eche unos polvos de vida. Te tengo ganas desde lo de la manguera.

Anónimo dijo...

Pues la vieja ésta debió de estar toda la noche a ver si alguien la regaba, porque yo pasé del tema y el que hacía el turno de después del mío tampoco le hizo ni caso, que me lo dijo.

Loca está.

Anónimo dijo...

Cosas peores me pedía a mí.

Anónimo dijo...

Con menos entusiasmo, en un tono neutro que me ayude a ocultar la salvaje naturaleza de mis sentimientos:

La Virgen. Qué dislate.

Anónimo dijo...

¿ES ESTO UN ENGAÑO?

NO LE LLEGAS AL CANCIONERO POPULAR ESPAÑOL A LA SUELA DE LOS ZAPATOS.

Anónimo dijo...

¿Soy yo el loco, Camilo? ¿A qué jugamos? De momento AÚN no lo sé

Anónimo dijo...

No puedo perder el tiempo en algo tan insulso como quitarle a los 3 poemas los ADJETIVOS y los ADVERBIOS.

Anónimo dijo...

Sólo os dejo algo
de Machado, precisamente de esa decadencia poética:

"Hay un español que quiere
vivir y a vivir empieza
entre una España que muere
y otra España que bosteza.
Españolito que vienes
al mundo, te guarde Dios,
una de las dos Españas
ha de helarte el corazón..."

ESTO SÍ QUE RIMA

Anónimo dijo...

Chico, ¿qué te pasa? ¿A quién he robado yo? ¿O yo no soy el ladrón? ¿Quién es el "ladrón que cree que todos son de su condición"? Convendría que me lo aclararas.-
De cualquier forma, te estoy preparando 17 folios -creo que son- sobre Luis Cernuda, propiedad de mi abuelo de sus años mozos en Sevilla y que su contenido es
totalmente inédito y nunca le dio valor pero creo que hoy lo tiene, y mucho

Anónimo dijo...

¿Qué nombre le podemos dar a eso, Camilo? ¿Engaño? ¿O no? Pues entonces, por favor, aclaramelo, si eres tan amable.

Anónimo dijo...

¿Soy yo el loco, Camilo?

Anónimo dijo...

Ingredientes:

2 envidias
200 g de gambas cocidas y peladas
2 huevos cocidos
6 palitos de boca de mar
lonchas de salmón ahumado

Salsa tártara:
mahonesa, pepinillos, alcaparras y cebollitas en vinagre

Receta :
1- Limpiamos y deshojamos las envidias.

2- Preparamos una mezcla con las gambas troceadas, las bocas de mar y los huevos cocidos, con la salsa tártara.

3- Rellenamos las hojas con la mezcla anterior y se envuelve con una loncha de salmón ahumado.


Consejos :
Servir con vino blanco muy frio o cava.

Anónimo dijo...

¡¡¡IIIIIHHACK!!!

Anónimo dijo...

Ya me ha dado otra vez.

Sr. Curri dijo...

Sr. de Ory, no es por ofender, pero le faltaria a usted un bigote para ser un verdadero galan de posguerra.
Por lo demas todo bien.
Espero que haya sido un exito, como debe ser habitual, su recital.
Saludos!

Anónimo dijo...

¡Oh cielos! La noche nos ha aniquilado.
Necesitamos otra absenta.
¿Recital? ¿Qué? ¿Para qué? ¿Para quién?

Anónimo dijo...

Camilo: en algún escondidito rinconcito perdido del mundo se oye el tintineo de un collar aplaudiendo: mi bisutería de Lolita, rosa y de corazones -cómo no-, también hace ruido.

Un punto positivo, profe

Anónimo dijo...

¿Qué nombre le podemos dar a eso, Camilo? ¿Engaño? ¿O no? Pues entonces, por favor, aclaramelo, si eres tan amable.

Anónimo dijo...

¿Soy yo el loco, Camilo?

Anónimo dijo...

Señor de Ory, me gustó su puesta en escena. Es usted un provocador nato, lo sabe, lo explota y además, le gusta. Sólo una cosita: tenga el placer de ponerse algún día una camiseta k no sea de rayas, sus alumnos están cansados de verle siempre con la misma prenda.

Anónimo dijo...

Camilo sólo tiene una camiseta, aunque hay que decir que ésta es bien bonita.

Si quieren contribuir a la colecta que ya hay en marcha para comprarle otra y un coche deportivo (que no podrá conducir) escriban a la dirección de contacto que figura en el perfil del blog y esperen instrucciones.

Anónimo dijo...

"Bien bonita" es un flagrante galicismo: para que luego digan que aquií somos francófobos.

Anónimo dijo...

FE DE ERRATAS:

Donde dije:

"para que luego digan que aquií somos francófobos"

Quise decir:

"para que luego digan que aquí somos francófobos"

Anónimo dijo...

Yo flagro,
tú flagras,
él flagra;

nosotros flagramos,
vosotros flagráis,
ellos flagran.

Anónimo dijo...

La verdad es que sus múltiples personalidades comentándole dan mucho juego, Don Camilo.

Anónimo dijo...

Y digo yo.. 115 comentarios no es todo un récord? Esto se merece, don Camilo, que usted nos invite a todos a un chupito de absenta, por lo menos.
Al final te saldría barato y todo...

Anónimo dijo...

¿Cómo que sus alumnos están cansados de verle siempre con la misma prenda? Doy fe de que eso no es cierto...

Sus alumnos están cansados de verle con prendas en general.

A ver cuando viene usted desnudo a clase o al menos con los pantalones tobilleros de antaño...

Anónimo dijo...

Deberíamos comprarle entonces otra camiseta a Don Camilo o deberíamos comprarle una botella de absenta para que venga desnudo? pregunto...

Anónimo dijo...

Mmm.. compremos el absenta y luego pensaremos...

Anónimo dijo...

Joder, cuando no he almorzado no sé lo que digo.. Que el absenta lo tiene que comprar el profe!!
Ya me callo

Anónimo dijo...

mejor, la absenta k la compre don camilo, k nosotros ya contribuímos a la manutención del maestro... :-p

Anónimo dijo...

A la absenta invito yo, ya que es una de mis tareas principales en el laberinto.
En cuanto al deseo o no de ese anunciado desnudo, me temo que habría que tomar en consideración la opinión de Carmen Madura.

Anónimo dijo...

Señoritas alumnas del señorito profesor:

Leyendo los comentarios a los últimos artículos, rondaba en mi interior la idea de que en estos se escondía un mensaje oculto para ojos poco entrenados, ya que tanta tontería no podía haber sido escrita sin un por qué; por tanto me dispuse como suelo a descifrarlo y despues de no pocos desvelos que no vienen al caso, encontré que las continuas alusiones a la absenta y el cristasol, más que ser divagaciones o guiños a blogues afines, eran un mensaje en el que la calenturienta mente del autor deja claras sus preferencias entre las alumnas de su taller, o intenta subliminalmente inculcar en ellas un comportamiento más exhibicionista si cabe.

Para no aburrir, he aquí el anagrama oculto:

ABSENTA CON CRISTASOL = NOS CRIBA CON LAS TETAS.

Asinque...

Anónimo dijo...

“A mí me gusta ir al cine
cuando el cine está vacío.
Y, por más que me empecine,
es un esfuerzo baldío
pues el cine, al no ser mío,
siempre lo encuentro cerrado.”

Vaya mierda de poemita que me acabo de marcar. Como chiste es malo de cojones. Repite tres veces la palabra cine, sin motivo, sin gracia, sin perdón.
Pero es que ustedes se están saliendo por la tangente y era necesario volver al tema principal.
O, a lo peor, soy yo el que se va por los Cerros de Úbeda, pero ya se sabe, la cabra tira al monte.

La última vez que me echaron del cine fue por reírme de un tío que se trajinaba a una muerta. Bien es cierto que el actor estaba borracho. Y yo también. Pero el acomodador, que no disfrutaba las delicias de los licores rampantes, mostró claramente sus malas pulgas y me puso de patas en la calle. Puro esperpento. Realmente, no sé si era una película o una obra de teatro. Yo me seguí riendo, tirado en la acera. Pero, pensándolo con calma, es posible que yo también estuviera muerto.

Esther dijo...

Creo que en el fondo no es más que una pataleta. Dejas ver ese deseo tuyo de poder disfrutar de una peli sin ruido de fondo (nada extraño, por cierto). Si. Coincido. Todos aquellos que se dedican a comer palomitas en el cine, a sorber la coca cola y a chismorrerar... dejan claro que tienen una educación pésima.

Sin embargo, las pantallas de cine nos proporcionan algo que no te da un dvd ( bueno, al menos a mi que no tengo home cinema), te hace partícipe de la película, como si estuvieses dentro. Bueno, da igual, para los gustos, los colores.

Anónimo dijo...

Bueno, no iba a decir nada acerca de todo esto y me encuentro con que Esther lo ha dicho por mí mejor de lo que yo lo hubiera hecho.

Aunque también estoy en desacuerdo con el texto porque, Camilo, ¿de verdad piensas eso de los cineclubes? Tu concepción de la vida me da hasta pena. Los cineclubes son lo mejor que nos ha dado la vida y lo digo de verdad.

Anónimo dijo...

Vamos, que además me parece penoso todo esto.

Anónimo dijo...

Es mi opinión, y tengo derecho a expresarla.

Anónimo dijo...

JEAN-FRANÇOIS CHAMPOLLION, conocido como Champollion el joven, (Figeac; 23 de diciembre de 1790 - París; 4 de marzo de 1832); egiptólogo francés, considerado el padre de la egiptología por conseguir descifrar los jeroglíficos. Decía de sí mismo: «Soy adicto a Egipto, Egipto lo es todo para mí»

Desde joven ya destacó sobre los demás niños de su edad: comezó a hablar latín a los nueve años, hebreo a los trece, y árabe a los catorce. Hasta los ocho años estudió en Figeac, después se fue a vivir a Grenoble, con su hermano Jacques que le dio clases durante dos años, hasta que ingresó en el Liceo. Comenzó entonces su interés por el estudio de los jeroglíficos egipcios y gracias a su hermano Champollion-Figeac, consiguió una copia de las inscripciones de la piedra Rosetta, escritas en jeroglífico, griego y demótico (una forma abreviada de la escritura hierática). Comprendiendo que el desciframiento de esta lengua olvidada por siglos pasaba por el estudio de las lenguas más próximas, se va a París en 1808 para estudiar, entre otras, el copto y el etíope. Se entrega tan a fondo al estudio de estas lenguas que, apenas un adolescente, consigue compilar un diccionario copto de 2000 páginas.

En esta época, escribe a su hermano:

«Yo me consagro completamente al copto. Quiero conocer el egipcio tanto como mi propia lengua materna, porque en esta lengua estará basado mi gran trabajo acerca de los papiros egipcios» Champollion, 1807 (tenía dieciseis años)
El desciframiento de los jeroglíficos es un arduo trabajo: iniciado antes de 1807, descubre en 1808 el principio de las ligaduras (reagrupación) de los signos. Empieza a trabajar entonces sobre las analogías halladas con uno de los dialectos coptos: la ausencia de vocales en la escritura egipcia. En 1810 emite la idea de que los signos pueden ser ideogramas (expresando una idea) o fonogramas (expresando un sonido). En 1812 establece una cronología de escrituras: las cursivas eran una versión simple y posterior a los jeroglíficos.

En 1816 tiene que interrumpir sus investigaciones al ser exiliado a Figeac debido a sus inclinaciones bonapartistas. Desarrollará, con su hermano Jacques, un sistema de enseñanza primaria basada en el monitoriado. Vuelve a Grenoble en 1817 y se casa con Rosine Blanc, hija de un abogado y hermana de la esposa de su hermano.

Nombrado profesor adjunto de historia, prosigue el estudio de los jeroglíficos. En 1819 deduce, tras el estudio de los papiros del Libro de los Muertos que la escritura hierática es una simplificación de los jeroglíficos. A partir de 1821 inicia sus trabajos para descifrar los caracteres de los jeroglíficos de la piedra Rosetta, que está escrita en griego, demótico y jeroglíficos egipcios. Este estudio de la piedra Rosetta le permite descifrar los primeros cartuchos reales del mismo Ptolomeo V escritos sobre ella y, posteriormente, los de Cleopatra hallados sobre la base de un obelisco y sobre un papiro bilingüe (griego y jeroglífico); a partir de este hallazgo fundamental establece una pauta para la interpretación jeroglífica. Obtiene de este modo el valor alfabético de doce signos. El 27 de septiembre de 1822 escribe la Carta a Mr. Dacier sobre el alfabeto de los jeroglíficos fonéticos (Lettre à M. Dacier relative à des hiéroglyphes phonétiques), a través de la cual da a conocer parte de su descubrimiento acerca del desciframiento de los jeroglíficos.

«Es un sistema complejo, una escritura que es, al mismo tiempo, figurativa, simbólica y fonética, expresada en un mismo texto, en una misma frase, yo diría casi en una misma palabra». Champollion, 1822.
Faltan todavía dos años para que Champollion publique su Resumen del sistema jeroglífico de los antiguos egipcios (Précis du système hiéroglyphique des anciens égyptiens), y abra las puertas a la egiptología científica. Sus descubrimientos suscitan muchas controversias y críticas por parte de sus contemporáneos, especialmente las de su anciano profesor, Silvestre de Sacy.

En 1826, es nombrado conservador oficial de las colecciones egipcias del museo del Louvre. Convence al rey Luis XVIII de Francia de la conveniencia de comprar la colección del cónsul inglés en Egipto, Mr. Salt. Pidió una vez más la colaboración de Luis XVIII para comprar la colección de antigüedades reunidas por el cónsul de Francia en Egipto Bernardino Drovetti, depositada en Turín, el rey la encontró muy cara y rechazó la idea, esta primera colección consistía en más de mil piezas arqueológicas, pero años después a causa de la insistencia de Champollion, logra convencer a Carlos X de Francia, el cual lo autoriza a comprar la segunda drovettiana, que servirá mas delante de base al futuro museo Egipcio del Louvre. Realiza otras adquisiciones de mayor importancia, la más célebre la del obelisco de Luxor, que fue derribado en 1831 y erigido de nuevo en París, en la Plaza de la Concordia, en diciembre de 1833.

Anónimo dijo...

Tú me lo has cogido a mí.

Anónimo dijo...

O sea, en el mejor sentido, que tampoco es un sentido muy bueno que digamos.

Anónimo dijo...

CHAMPOLLION DIJO:

«Soy adicto a Egipto, Egipto lo es todo para mí»

YO DIGO:

—Psssst... Psssst... Oiga... Tengo Egipto bueno sin cortar. Veinte luros el gramo. ¿Que es caro? A ver si lo encuentra más barato de esta calidad.

Anónimo dijo...

Es curioso.

¿Saben ustedes cuál es la etimología de la palabra "gitano"?

Los romaníes presumen de descender de los faraones de Egipto. La palabra "gitano" no sería sino el resultado de la evolución de la también palabra "egiptano", esto es, hablando bien y tarde, "egipcio".

Por eso a Lola Flores se la llamaba "La Faraona".

Arsa.

Ele.

Iti-á.

Anónimo dijo...

Y esto no es de la Wikipedia.

Anónimo dijo...

¡¡¡IIIIIHHH!!!

Es lo que yo siempre digo.

Anónimo dijo...

Al Camilo ése lo vi yo en las duchas del gimnasio y no es para tanto.

Anónimo dijo...

¡¡¡IIIIIHHH!!!

Esther dijo...

jajajajjajajaaajajajajajjajajajajajjajajjajajja

¿esto es así siempre?

entonces me llamaré.... Una perra del infierno

¿y puedo decir todas las tonterías que me parezcan?


¡qué bien! voy a pensar entonces.

Anónimo dijo...

Cuando la Birkin o la Bardot venían a casa borrachas y pidiendo guerra montábamos unas que no veas con las proyecciones privadas de películas de arte y ensayo a alto volumen y lo que venían siendo los atroces gemidos del amor físico. Los vecinos de abajo, que no eran bohemios, daban golpes en el techo con la escoba, pero al final se dejaban seducir por el embrujo de la banda sonora de los filmes y terminaban llevando el ritmo en lugar de protestar:

—Toc, toc, toc.

Bolas de pelo escupía yo por las mañanas, como los gatos.

Anónimo dijo...

¿habláis en serio? quiero decir, no sé... lo de leer el libro con una sola mano. ¿Eso se puede hacer? quiero decir, ¿no es repugnante? seguro que es pecado... oh, dios, y claro, haréis lo mismo con los comics... Manara se avergonzaría de vosotros, guarros...


...y que conste que yo no lo hago, que yo cuando lo hago, cierro el libro. O hago una cosa, o hago otra.

Anónimo dijo...

Señorita Del Infierno, normalmente hacemos un corro y nos encargamos cada uno de atender al compañero que le toca en suerte o en desgracia a la derecha mientras el más anciano de la reunión lee el texto o describe los dibujos en voz alta. Está usted invitada a unirse a la fiesta cuando le parezca.

En otro momento más propicio, quisiera sincerarme con usted y hacerla partícipe de la verdadera naturaleza de mis sentimientos.

Yo, por supuesto, correré con la factura del motel y con todos los gastos. Sólo le rogaría que trajera a la cita una pala y un saco terrero, dos objetos que seguramente tendrá en casa y que sospecho que van a resultarnos imprescindibles a lo largo de la velada.

Anónimo dijo...

Si que los tengo, el problema es que no caben en mi mini bolso chanel... ¿para qué los quiere? ¿no pensará matarme después? ¿he dicho después? ¿después de qué? ¿pero no iba usted, el más anciano, a leer en voz alta? era eso lo convenido ¿no? el caso es que su nombre me suena...

Anónimo dijo...

¡¡¡Iiiiiihhhhhh!!! ¡¡¡LA BIIIRRKIIIINNNN!!!

Anónimo dijo...

Anoche, deleitándome con un sublime documental acerca de la vida de Ana Obregón, tuve una revelación: Camilo de Ory se parece al Conde Lequio.. Quién sabe si el parecido facial puede también atribuirse a otras partes del cuerpo.

En respuesta al señor Champollion: no es posible ser más exhibicionista de lo que ya lo somos - ese "si cabe" nunca mejor colocado- y como muestra de ello y en agradecimiento al anagrama exquisitamente producido por usted, me quito el sombrero y todo -TODO- lo que haga falta.

Un beso, chat@s.

Kaleidoscope Girl dijo...

Yo ya había pensado eso de Lecquio en SEPTIEMBRE. Cosa que no dije para no resultar ofensiva o hiriente. Gracias por hacerlo por mí.

En SEPTIEMBRE, acordaos, cabrones.

Anónimo dijo...

Cuánta mala lengua hay por su mundo, Camilo! Yo defiendo el cine con palomitas. Hay algo mejor en el mundo que comerse un súper menú de palomitas y coca-cola gigantes? Bien es cierto que hay gente que da asco cuando mastica las palomitas. Son, por lo general, las mismas personas que pegan mocos en los asientos del autobús o subraya con fluorescente los libros de la biblioteca.

Es decir, no está mal que la gente coma palomitas en el cine, siempre que se haga desde el respeto.

Uníos a mi CLUP: Comedores Locatis Unidos de Palomitas

Kaleidoscope Girl dijo...

De niña, estaba jugando al escondite en el trabajo de mi madre. Me escondí debajo de una mesa, en un despacho. Mientras me reía así "jijiji" miré de repente hacia arriba y me encontré con un infierno de estalactitas formadas por mocos. Eran millares de mocos pegados debajo de la mesa y algunos databan de 1984.

Hice partícipe a mi madre de mi experiencia exploradora y me abrazó fuerte.

El pegador de mocos escribe una columna en la Nueva España, pero yo conozco su verdadero e inquietante hobbie.

Vamos que es mi opinión y tengo derecho a expresarla.

Anónimo dijo...

¿A Lecquio? Sí...

Camilo de Ory es alto, fino como una espiga, de enormes ojos color marrón, cabello alborotado, un gusto estudiadísimo para las poses y un talento para la actuación fuera de lo común para un español de pelo en pecho, innato; pero no es un talento para la actuación innato como el que se le supone a Brando o a Pacino, no, sino un talento auténtico y delicioso, totalmente personal, malicioso, y que forma continuamente con las frases del guión que hace suyo con cada nueva interpretación de Rocco, el vecinito superdotado, wildeano, amante científico y bocarrón sensible en 'Todos los hermanos eran calientes', el paradigma del dios del ingenio precoz atrapado en un barrio terrenal repleto de marginados que no saben hacer la o con un canuto, de los que se compadece a la vez que se encariña con ellos por su brutal ordinariez. Y además, nadie como él sabe atarse la chaquetilla de punto sobre los hombros o ponerse las manos en las caderas como si estuviera a punto de recitar Chaucer.

Anónimo dijo...

Es el hijo que siempre deseé. Nada de chavales fuertes, atléticos, pura energía consumidora. Éste es perfecto. Petulante, repipi, amanerado, prodigiosamente inteligente, exagerado rey de la histeria y con la lengua y la capacidad de observación más afilada que Louella Parsons. Lástima que sea un personaje de ficción.

Anónimo dijo...

Porque todos nos hacemos alguna vez preguntas orientadas al misterioso futuro. “¿En qué trabajaré después de la universidad?” “¿Acabaré regentando una boyante empresa mientras un modelo de D&G me hace la manicura francesa en los dedos de los pies, o estaré tocando versiones demodé de grandes éxitos al acordeón con una banda de europeos del este en la línea 6 de metro?” “Y mis hijos, ¿cómo serán?” “¿Sacarán las espesas pestañas porque él lo vale de su padre, o mi forma de sonreír?” Esta última pregunta me ofreció una variación el otro día. No al cómo serán, sino al cómo me gustaría que fueran.

Anónimo dijo...

Casi olvido decir que ne encantan las bodas. Siempre me gusta ver a las parejas felices y el cabello dorado de Camilo de Ory cayendo por la espalda de un traje bien cortado. Soy una romántica, a veces. Y cursi un rato también. Me gusta gastar bromas en la mesa, burlarme del menú si no es de mi agrado y reír con mi familia, sobre todo, reírme de, -especialmente de los familiares alcoholizados que bailan para vergüenza ajena Bisbal & co-; ver a mis tres sobrinos con sus trajes que tratan de ocultar su incipiente maldad infantil con una apariencia de angelitos de cúpula barroca.

¡La Virgen! Qué dislate.

Anónimo dijo...

¡OJO! ¡QUE ME BURLO DEL MENÚ SI NO ES DE MI AGRADO! ¡QUE A MÍ NO ME SE DA DE COMER CUALQUIER COSA, PROBETONES DE MIERDA, PERDÓN, DE CACA!

Anónimo dijo...

Por ejemplo, que se nota que los langostinos han sido congelados antes de ser descongelados, pues digo:

¡JA, ESTOS PROBETONES NO TIENEN NI MIERDA EN LAS TRIPAS NI DINERO PARA PONER LANGOSTINOS DE LOS BUENOS!

Y con las gambas igual, y asín.

Anónimo dijo...

También me río de como van vestidos los probetones que no se saben de vestir.

Qué dislate.

Anónimo dijo...

Srta. Haze, no sabía que usted tenía tetas, de haberlo sabido antes la habría invitado al videoclub y, si acaso, a una bolsa de palomitas, le juro que mis intenciones no son peores que las que Don Camilo insinúa.
Como puede ver, mi candidez no me permitió darme cuenta antes y ahora debo cargar con las consecuencias.

Anónimo dijo...

Oye, que parecerse al Lecquio no es ninguna ofensa. Vamos, que es mi opinión y tengo derecho a expresarla.

Señor absenta: cuénteme, cuénteme por ejemplo cómo es su taberna favorita. A las niñas como yo se nos conquista con historias... Todavía hay huequitos libres en mi corazoncito rosa.

Anónimo dijo...

FE DE ERRATAS:

donde puse "a las niñas como yo"

quise poner "a las niñas como yo con tetas como las mías".

Sólo eso.

Anónimo dijo...

Desde luego "El blog de Camilo de Ory" es un blog lleno de personajes con una profundidad psicológica muy bien trabajada.

Anónimo dijo...

Señor Absenta:

Creo haberle prevenido anteriormente, pero como veo que no hay otro camino, me siento obligado a solucionar este "conflicto de intereses" como lo hacen los verdaderos caballeros: le reto públicamente. Usted elige el arma. Sea el sábado a la media noche en la plaza de la Merced. Traiga padrinos.

Anónimo dijo...

Absenta, te recuerdo que el botellón ya está prohibido y aquí tú y tu naturaleza etílica corréis más peligro que ninguno.

Y Camilo, ya sabes dónde ir si quieres conocer a mi papi.

Un besito de buenas noches a todos.

Anónimo dijo...

Si va a haber sangre yo me apunto...

Anónimo dijo...

A mi me flipan los prototipos. Mirad ESTA MARAVILLA.

Anónimo dijo...

A mi me flipan los prototipos. Mirad ESTA MARAVILLA.

Anónimo dijo...

A mi me flipan los prototipos. Mirad ESTA MARAVILLA.

Anónimo dijo...

A mi me flipan los prototipos. Mirad ESTA MARAVILLA.

Francisco Riofrío dijo...

Suelo elegir el momento en el que están apunto de retirarlas de cartel para verlas con comodidad y la sala casi vacía, cuando no vacía. Más de una vez he conseguido mi propósito y he sido el único espectador, otras veces me he pasado de listo y han retirado la película antes de que pudiera ir.
En el video club olvidé devolver una película durante un mes... que por vergüenza se ha convertido en dos años, menos más que el Torrent ya funciona con los clásicos casi tan bien como con las novedades.

Un mensaje al mundo: nunca ha ocurrido, pero si cogéis el móvil estando en la misma sala de cine que yo, os llevaréis una hostia. Que ya esta bien, hombre.